Las canciones de mi infancia son las de la tele. "Un globo, dos globos, tres globos", por ejemplo. "La cometa blanca", programa que sustituyó al anterior. O las de los payasos de la tele (cómo olvidar "Hola don Pepito, hola don José" o "En el coche de papá, nos iremos a viajar"). También las del grupo Parchís y las de los anuncios de la tele ("Las muñecas de famosa" o también en Navidad, "Al mundo entero quiero dar, un mensaje de paz"). La gallina "Coco-Uaua", que ya era el colmo de lo naíf. O las sintonías de Los hombres de Harrelson o de Starsky y Hutch. No necesitan explicación ninguna de ellas, tan evidentes resultan y tanta gente las comparte. Pero tengo otras canciones.
A los tres años mis padres me pusieron a estudiar en un colegio de monjas. Era una época en que no había prácticamente colegios públicos en Barcelona, así que los colegios religiosos hacían su agosto. Por una parte pagabas, lo cual a la iglesia le venía muy bien, y por la otra te inculcaban, es decir, te amarraban, lo cual también les venía muy bien.
Cuando ahora veo párvulos que juegan según las normas pedagógicas modernas (normas pedagógicas que tampoco me creo, he de decirlo), párvulos que ni leen ni escriben hasta que están en la primaria, no puedo por menos que pensar en mi clase en las monjas (El ser humano tiende a los extremos. Con lo fácil que sería ni tanto como entonces ni tan poco como algunos proponen hoy). Nosotros, con tres años, comenzábamos cada día con un dictado (en realidad era una copia, pero mucho era comparado con ahora). ¿Juegos pedagógicos? Para nada. Se jugaba a la hora del patio y gracias. El orden era fundamental. La disciplina estricta. Copias, sumas, restas, dibujos, cenefas, manualidades. Nadie se levantaba de la silla. Nada de esquinitas y jueguecitos pedagógicos. La monja nos amenazaba con llevarnos al cuarto donde una muy tremenda rata Camila esperaba para comerse a los niños que se portaban mal. Tal cual. Una rata de bestiario que Sor Coro, la entrañable y querida Sor Coro, le había comprado a un chino (en aquellos lejanos tiempos un chino resultaba todavía algo muy exótico). Y nosotros cantábamos: "Chinito qué vendes tú, que yo te voy a comprar, un par de ratas camilas, para los niños que se portan mal". La canción siempre me pareció de una crueldad atroz. Era como si a los judíos de los campos les obligasen a cantar canciones sobre la edificación de los hornos.
Supongo que junto al Cristo que sí recuerdo en el aula tendríamos también un retrato del dictador. Para enseñarnos a leer venía una monja contrahecha, que era otra crueldad. Coja, con un zapato ortopédico de treinta centímetros, con un bastón y un collarín, era el verdadero terror de los niños. Pobrecita, era encantadora. Madre Amalia, se llamaba. Muy dulce. Adoraba a los niños. Pero los niños arrancaban a llorar y temblar cuando oían su caminar vacilante acercarse por el pasillo. Era un ser de película de terror. Balagueró la hubiera incorporado a su REC.
Sor Coro, que a pesar de su seriedad era una mujer entrañable que se hacía de querer, hacía lo que ella sabía hacer. Cuando un niño se dormía en su sillita, lo ataba con el cinturón de la bata para que no cayera. El espanto del crío al despertar y sentirse atado era descomunal. O cuando ella consideraba que nos habíamos portado mal nos daba una torta. Una señora torta. Con premeditación y alevosía. Primero se quitaba el anillo y nos decía: "Mirad, niños. Me quito el anillo para no hacer tanto daño". El que esperaba la torta comenzaba a temblar y comprendía el significado de la expresión maltrato psicológico. Y una vez tenía el anillo fuera (el anillo de su matrimonio espiritual) te cruzaba la cara con verdadera entrega cristiana. "Me duele más que a vosotros", decía mientras el niño lloraba sin aspavientos.
Puede parecer un contrasentido mi verdadero aprecio hacia Sor Coro. Igual se lo tengo porque, a pesar de su pedagogía, nos quería de veras y eso se notaba. Cantábamos con ella canciones muy taimadas. La de la rata, por ejemplo. U otras: "El uno es un soldado, haciendo la instrucción. Els dos es un patito, que está tomando el sol." Y así hasta el diez. O la más taimada de todas, el himno patriótico que era mi favorito: "Banderita tu eres roja. Banderita tu eres gualda. Llevas sangre, llevas oro en el fondo de tu alma. El día que yo me muera si estoy lejos de mi Patria sólo quiero que me cubran con la Bandera de España." (Luego lo popularizaría Marujita Díaz, pero yo lo canté antes, quede claro). Normal que en Catalunya, con lo que somos los catalanes, pretendieran inculcarnos desde los tres años el amor inmenso a la rojigualda, ni senyeres ni republicanismos. (Ahí la pobre Sor Coro patinó un poco, debo decirlo).
Aquí para quien no la conozca va la primera canción que supe y canté. Tiene tela que un niño de tres años cante con gracejo esta pieza tan incendiaria. Y nótense los redobles del himno nacional justo para terminar. Cantando esto podría perfectamente haber salido facha.
Sigo otro día con la segunda parte, la de mis curas. Pero ya sin canciones que suavicen el entorno: curas a palo seco. Es lo que hubo.
Ecos lejanos, 24
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Sigue siendo tu mano tan leve como entonces, susurra la mujer. Es ese don
de aquello que roza lo imperceptible lo que siempre me gustó de tus
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Fa 2 hores
27 comentaris:
Qué tierno, Ramón. Qué evocadores estos recuerdos, estos jirones de vida que hoy nos ofreces.
Te leo y veo lo narrado como en una película: la terrible rata Camila (en mi caso, el hombre del saco), las monjas guerreras, las monjas bondadosas pero algo tullidas, las canciones y, para postre, ¡toma pasadoble de los que llaman patrióticos!
Como alguien dijo, la infancia es la patria del hombre.
Un abrazo.
Claro que, para los fanáticos culés sustituyen España por el Barça y no se nota nada...pues sí, muchas sor Coro ha habido y coros completos de ellas, bastante más crueles. Pero, ya pasó.
Ho me has hecho sonreir...si, sustituyes la rata por el hombre del saco, metes en el post a toda España.
Qué maco! Bé, m'agrada aquest recorregut per les cançons de la teva vida... t'imagino cantant el coro de les corsarias amb tres anyets i em fas riure molt. Ai, quina vida aquesta, aquests pobres catalans que ens han fet combregar amb rodes de molí tantes vegades...
Yo era pequeño para los payasos pero mis hermanos tenían un disco tremendo donde estaban todas esas canciones que tu dices, disco que me encasquetaban a la minima... que recuerdos... muy tierno el recuerdo de las monjas, y un puntazo el chino que vendían ratas, esa sor coro era una visionaria, previó que los chinos acabarían vendiendo de todo.
Quin riure, una criatura de tres anys cantant la cançó de la Marujita, que em sembla que es una boja del circ mediàtic... quina crueltat. Alhora, quina tendresa, just avui que he baixat a la capital per retrobar-me amb la fira de santa Llúcia, quins records d'infantesa jo també. Serà que la veïnor nadalenca ens posa a tots a recordar tendrament quan erem menuts. Petons nadalencs, doncs.
Isabel, qué síntesis tan graciosa haces de mi prescolar. Hay gente con la capacidad de síntesis afiladísima... eres una de ellas, veo. Y observas que también María Jesús habla del hombre del saco... mentes conectadas, lo llamo yo. Un abrazo.
María Jesús, sí, ya pasó como tú dices. Yo sé que la pedagogía de Sor Coro no era puntera, que tenía cosas superadísimas, pero mira, crecimos con una disciplina, con un silencio, con una atención, y nadie estaba aquejado de déficit de atención. Es lo que digo en la entrada, ni tanto como entonces ni tan poco como ahora. Un abrazo enorme y recupérate de tu resfriado.
Sònia, pensa que cantava molt bé, era el millor de la classe, Sor Coro dixit. I tens raó, als catalanets ens han fet cantar de tot al llarg dels anys, tots els catalans cantant el banderita tu eres roja, tot un triomf. Petons.
Rafel, qué risa con lo del chino. Un abrazo y gracias por seguir aquí.
Juliette, corazón, com ets una mica inconstant cada vegada que apareixes per aquí és motiu de gran il.lusió. Potser sí que és el Nadal que ens posa tendres. Demà hi aniré jo a la fira. També em porta records d'infantesa, d'adolescència i de maduresa. Records de vida, vaja. Petons.
Venga, Ramon...
Seguro que también cantabas "Tres pometes té el pomet" i "En Joan Petit cuan balla"...
Si ésas se las saben hasta mis hijos, que no estaban en los círculos de las inmersiones esenciales....
Kisses!
jajaja, Ana, que soy del 67!!!, que a mis tres años a Franco le quedaban todavía cinco años de gloria en el Pardo, que en mi época con las monjas de catalán res de res... Y en mi casa, que era el único sitio en que podía haber aprendido esas canciones que citas lo cierto es que eran muy poco musicales... si acaso "el vint-i-cinc de desembre, fum, fum, fum" y va que chuta. Besos.
Hoy te nos descuelgas emotivo y sincero. Muy bueno el recuerdo de la monja que asustaba a los niños: seguro que era la mejor de todas.
Yo tambien cantaba las hermosas canciones de los payasos, las patrioticas no porque no estábamos metidos en el ajo; espero que no os encerraran de verdad y solo se tratarra de una amenaza. De todas formas es muy insensible decir estas cosas a los niños, te podrías traumar. Un abrazo sincero.
Querido Ramón, cuántos recuerdos me traes y qué poca melancolía. Quizá porque mis canciones de infancia tienen más que ver con lo familiar y esas seudocoplas insufribles de Manolo Escobar, sonando desde el Belter de mi tio (en casa sólo teníamos una radio, las tardes del Sábado y las mañanas del Domingo. Mis profesores también soltaban pescozones con alegría, pero el miedo lo aprendí en casa, el miedo a la vida del exiliado pobre que agradece a Dios su subsistencia. Lo de tus monjas hay que expulsarlo del alma.
En fin, espero tu segunda parte.
Un abrazo.
Paco
Impresionante, Ramón...
en especial lo que cuentas de las monjas, y la foto de las monjas con fusil, me ha impactado. Siempre me han dado miedo esos seres. Incluso hoy, cuando veo a varias monjas juntas, se me insinúa un vago e irracional temor reverencial. ¿Qué tendrán para inspirarnos ese sordo pavor?
El audio es impagable también...
estaremos muy atentos a la segunda entrega
Marcos, seguramente la monja coja era la mejor de todas. La recuerdo dulce y entrañable. Un abrazo.
Querida Eva, que yo cantara canciones patrióticas no significa que yo o los míos estuviéramos metidos en el ajo, querida amiga. Todo lo contrario. Cantaba esas canciones porque tenía tres años, no había aprendido todavía a rebelarme y en definitiva no entendía aún del mundo y sus cosas. Y porque las monjas proponían y Francisco Franco disponía. Así iban las cosas, aunque no estuvieras en el ajo. Un abrazo.
Paco, en tu comentario y tus recuerdos del porompompero también me reconozco... En casa éramos poco de cantar pero a mi madre le gustaba Manolo y a las vecinas les gustaba más aún. Un abrazo.
Stalker, mis monjas eran agradables y simpáticas, siempre que no se quitaran el anillo y no te vigilasen desde un rincón prestas a descubrir una falta. Esas almas caritativas son muy vigilantes. A las que las sueltas un poco agarran el fusil. Y respecto al temor cuando van en grupo, me pasó este verano con los curas en Toledo. Ciudad bellísima pero afeada por tanto cura rancio. Tanto cura no... tantísimo. Lo conté en la entrada pertinente: girabas una esquina maravillado ante tanta piedra hermosa y te quedabas horrorizado. Subían siete curas con sotana y alzacuellos repartiendo miradas beatíficas y oliendo a derechona preconciliar. Nada, que no me fío. Y tengo mis razones. Saludos.
Son recuerdos de charcos en las calles, botas de agua y otoños grises. Mataron a Carrero Blanco y nadie hablaba. En Semana Santa no se podía jugar a las máquinas Flipper porque cerraban los bares. En casa, la televisión se cubría con una tela negra. Nos limpiábamos con Papel Elefante, del que rascaba. Papá estuvo 5 mese de huelga, sin cobrar. Las botas de agua eran dos números más, para que nos sirviesen, como mínimo, durante tres años. Me vistieron de catalanet para cantar caramelles. En la Iglesia el Catalán si estaba permitido. Montserrat es Montserrat... un día de estos nos desayunaremos con la noticia de un cisma: el cisma benedictino dels monjos republicans (?) de Montserrat
¡Salud, Eastriver!
Certero retrato de una época, yo viví mi niñez en otra zona pero no era tan diferente. Igual peor porque Castilla es mucha Castilla y más si es rural. Banderita tu eres roja es tremenda, que sarpullido.
Mariano José, lo que daría por ver una foto tuya de catalanet cantando las caramelles. Yo esta tradición no la viví, ocasionalmente la he visto en Semana Santa, esos coros masculinos cantando canciones que yo definiría como pocasoltes, y uno que va con la cesta y el palo, lo mismo que los gitanos de la cabra, para que los espèctadores de los balcones no tengan excusa para apoquinar... Y sí, mira que soy poco de misa, chico, pero habrá de reconocerle a la Iglesia catalana una cierta labor de resistencia. Qué quieres, no me parece mal. Sostener un idioma tan maltratado genera como mínimo mis simpatías. (Ya sabes que soy de los que exigen votar, ja m'entens, y que las cuestiones de identidad no las veo incompatibles con ninguna otra exigencia. Es más, cuantos más palos me dan más fundamentales me resultan. Un abrazo y, aiiii, esa discusión fraternal, que me la veo venir, jeje. ) UN abrazo, amigo, que el día 13 ya está a la vuelta de la esquina.
José Antonio, me imagino la historia en un pueblo de Castilla. Todos los pueblos son un poco lo mismo, porque el ser humano es igual en todas partes. Gente estupenda que se inhibe y otros que participan de la censura, la crítica y el oprobio generalizado. No debía ser fácil, no lo fue. Gracias también a ti por la opinión. Un abrazo.
¿Es imprescindible la próxima entrega? la de los curas y encima sin música, digo.
Prefiero quedarme un ratito más con Gaby, Fofó, Miliki y Milikito, dale, sé bueno. ¿La familia Telerín era española? Me hizo muy, muy feliz.
Estimado Ramón!
Considero al "mundo blogueril" como algo maravilloso.
Uno se va adentrando en él, conociendo otras culturas,
otras costumbres
y a otras personas
y como en este caso
a vos y tus palabras
a vos y un poco de tu niñez en este escrito que has hecho lleno de recuerdos y ternura.
Te digo algo:
hace años que no escucho que alguien mencione a Starsky y Hutch,
cuantos recuerdos vinieron a mí
ya que miraba esa serie
televisiva hace muchísimos años!
Quiero agradecer tu opinión en mi blog, la añadiré al post.
Es un gusto leerte Ramón!
Muchas gracias!
Te dejo un abrazo Grande!
Adal
Estupendo e entrañble relato de tu infancia.
El documental se llama " O Segredo Da Frouxeira" (El secreto de la frouxeira), en you-tube puedes ver un pequeño trozo.
Esto documentales tienen poca divulgación, nosotros en galicia quizás lo veamos algún dia en la TVG
un abrazo
Maca
Bueno, son recuerdos que ahí están y por lo tanto perdurarán, independientemente del tiempo que pase. Un gustazo saludarte y gracias por la visita a mi blog.
EastRiver: Emotiva tu entrada. Nos llevó a recordar a Gabi, Fofó, Miliqui y Miliquito, quiene por un buen tiempo vivieron y actuaron en Argentina y fueron la ddelicia de quienes los mirábamos y escuchábamos. Lo de las monjas no sabemos porque el Chuqui fue a un colegio de curas, todos más serios que perro en cancha de bochas. Un fuerte abrazo de dos argentinos que viven en Paraguay, ah, y un intenso ronroneo de Gaza para Aisha, cosas de gatas...
La narración es extraordinaria. Y el final: "Es lo que hubo".
Te lo dije alguna vez, Ramón, creo. En todas tus entradas hay materia de literatura, de ficción (la realidad quizá también lo sea o estén entrelazadas, no lo sé). Leyéndote un escalofrío me recorría la espina dorsal y me preguntaba cuánta capacidad de sublevación a las tradiciones y los mandatos tuvo y tiene que haber en vos para ser un sujeto libre. Porque, sí, la gran mayoría perfectamente hubiera salido un facha.
Puse la canción y sucedió algo rarísimo. Terminaba y volvía a empezar aunque intentara pararla, una y otra vez. ¿Será que se resisten a morir?
Te confieso que de nena me seducía mucho Fofito. Para mí era el emblema de lo sexy. Lo vi en vivo en el circo, en Buenos Aires, y casi me desmayo de amor.
Ema recuerda a la familia Telerín ... cada noche pasaban el corto de las buenas noches por la tele, con una musiquita tierna de fondo. Yo me sacaba el chupete y me largaba a llorar, desconsoladamente. Pensaron que era casualidad, hasta que me sentaron varias noches para comprobar que, efectivamente, la familia Telerín me provocaba un llanto incontrolable.
La memoria es rarísima. Crecí en dictadura y recuerdo los espacios interiores en colores y, la calle, en blanco y negro. En realidad, recuerdo muy poco espacios al aire libre.
Nunca había pensado en esto ... en el hecho de que no hay color en mi recuerdo de los exteriores infantiles...
Así atraviesa la política nuestras vidas, así las marca.
Un abrazo muy fuerte.
Eme, tienes razón, la familia telerín era española, para mí era el horror porque efectivamente significaba que te ibas a dormir, y yo soy noctámbulo desde aquellas lejanas décadas.
Adal, aunque nos separan los quilómetros ya ves que compartimos buena parte de esa memoria cultural televisiva que nos acerca aún más.
Maca, me encanta el documental como género. Miraré si lo encuentro ya no un trailer sino entero. Un abrazo.
Clara y Pepe y Gaza... recuerdos también de Aisha, encantada de una nueva amiga desde la distancia, Un abrazo.
Mariel, qué divertida tu historia inconfesable de amor por Fofito nada menos. Un alma núbil es capaz de los más desatinados despropósitos. Y cómo me hiciste reír con el tema de la musiquita paranormal que se quitaba y se volvía a poner... sí, se resisten a morir, son como esas cucarachas que las rocías con medio litro de spray y se levantan tan tranquilas. Qué entrañable también tu relato de horror con los telerín: yo llorar no recuerdo, pero también me ponían de los nervios, porque adoraba y adoro ir a dormir tarde. Finalmente, qué sorprendente tu memoria del color. Le decía a Stalker que a veces el color es ordinario y el blanco y negro infinitamente más elegante. Lo mantengo. Pero siempre que ello no sea por imperativo legal de una dictadura. En ese caso, arriba el color porque es la libertad. Un abrazo muy cariñoso, querida Mariel.
Recuerdo esa época tuya por mis sobrinos, yo soy bastante mayor.
Mis monjas querían hacer de nosotras unas señoritas "Colegio de la Asunción" Alto de Miracruz, San Sebastián, eran muy sutiles en fechas navideñas nos entregaban una cunita de leña y un manojo de pajas, si nos portábamos mal nos iban quitando pajas y claro cuando llegaba la Navidad y tu niño Jesús no tenía en la cuna nada que le diera calor ¡menudo drama ! y en cuanto a las canciones, en francés. Mira el mundo es un pañuelo, hace años hice un viaje a Nicaragua para dar un seminario sobre el SIDA al Colegio de La Asunció de la ciudad de León y nada mas entrar una monjita mayor con un bastón se me acerca y me dice" señorita usted es una de las hermanas Del Pozo", soy la mas pequeña de diez, ocho chicas y dos chicos, me quedé parada, era la Madre Isabel, el abrazo fué monumental. Son recuerdos que se quedan grabados a fuego.
Laura, gran verdad esa que dice que el mundo es un pañuelo. Tiene tela el asunto de la monja en Nicaragua. Entrañable la camita del niño Jesús. Un abrazo.
Bueno, te advierto que había canciones peores que la de la rata Camila. En el cole de mi amiga Roser tenían un himno que decía "si hoy somos tiernos capullos, mañana seremos rosas que cosigan, olorosas, la sociedad perfumaaaaar". Yo, me quedo con la rata.
Me ha costado un rato pasar del primer párrafo...he tenido que cantar todas las canciones, una por una, estaban agazapadas en mi recuerdo esperando el momento propicio para salir, ajajaa...
He disfrutado con esta entrada. Yo no tengo recuerdos de monjas, me llevaron a un colegio mixto y laico, pero has sabido transmitir muy bien la atmósfera.
Un saludo
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