dijous, 18 de març del 2010

LA SOSPECHUELA DE LÁZARO

Regresar a un clásico es volver a casa. Seguramente eso ocurre con la relectura de cualquier obra interesante. En ocasiones la profundización es tan particular que uno acaba por ver cosas donde no las hay, o donde el autor no pretendió que las hubiera. Lo decía un profesor del máster: a todas las obras literarias acaba uno por verle cosas meritorias cuando se detiene muchísimo. De lo que podríamos deducir que no es necesario detenerse tanto para entender y valorar una obra de arte; y también que si puedes hacerlo no te aporta nunca nada que realmente sobre.

En mis habituales lecturas del Lazarillo de Tormes (1554) observé recientemente el divertido uso del diminutivo que hace el autor. Es seguro que alguien más reputado que yo se ha encargado de analizar el uso del diminutivo en esta novela desde puntos de vista diversos, el de la gramática histórica por ejemplo. Pero durante la última lectura hice lo que me apetece a veces; apuntar significaciones con la voluntad única de leer mejor. Porque eso es literatura: minuciosidad a manos llenas.
El primer diminutivo que apunté está en el mismo título de la novela. No es gratuito en absoluto. Muy pocas veces le llaman Lazarillo el resto de los personajes. El autor parece querer marcar de esta forma la antítesis entre Lázaro y Lazarillo, advirtiendo que no son exactamente la misma persona. Tampoco nosotros somos los mismos que hace diez años. Inmediatamente luego el diminutivo asoma con un claro valor irónico. Empieza con el hermanico negro de Lázaro y más adelante, ya con su primer amo, por el jarrillo del cual manaba una fuentecilla de vino propiciada por Lázaro, jarrillo que el ciego no dudó ni un momento en estampáselo en la cara cuando dedujo que el niño estaba bebiendo ("fue tal el golpecillo que me desatinó" nos dice ni más ni menos).

A no mucho tardar aparecen las mujercillas, con claro valor irónico también, que irán reapareciendo a lo largo de la novela. Las mujercillas son las vecinas y las mujeres de la vida, a veces ambas cosas a la vez. Y episodios divertidos como el del cambiazo del nabo por la longaniza: "un nabo pequeño, larguillo y ruinoso" (qué extraordinaria adjetivación, qué divertido que un nabo sea ruinoso. Es cierto que muchas cosas son ruinosas aunque no estén exactamente en ruinas).

El clérigo que le matará de hambre ("escapé del fuego y di en el relámpago") no tiene siquiera ese "canastillo con algunos pedazos de pan" que suele ser frecuente en todas las casas. Ni viendo la comida se podrá consolar Lázaro. Por eso recurre a sus trampas mientras se va gestando el pícaro: el episodio de los ratones en el arcaz. "Levantome muy quedito" dice Lázaro, y lo imaginamos levantándose de la paja donde dormía para no ser oído por su amo con la disponibilidad de robarle el pan.
Sabemos que el tercer amo no será mejor. Y aparece el irónico episodio erótico del escudero: "Hago la negra y dura cama, y tomo el jarro, y doy conmigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres, al parescer de las que en aquel lugar no hacen falta, antes muchas tienen por estilo de irse a las mañanicas de verano a refrescar y almorzar". Se trata de otro momento narrativamente feliz; el de las mañanicas de verano de las mujercillas del escudero.

El corto tratado cuarto, el del fraile de la Merced, acaba abruptamente, tras anunciarnos que con él ha tenido Lazarillo sus primeros zapatos ya en Toledo. Por tanto trajín "y por otras cosillas que no digo salí dél". Estas cosillas, interpretadas en clave de abuso sexual al niño, interrumpen de pronto el relato y el tratado cuarto queda ahí más como misterio literario que como certeza. La única certeza es la de la extraña perfección brevísima que sigue sorprendiéndonos.

Abreviando, ese mozuelo en que se ha convertido Lázaro está ya de pregonero en Toledo, casado provechosamente con la criada del Arcipreste. Momento narrativo excelente donde los haya. Ahí está el caso, la justificación narrativa de toda la obra. Había empezado Lázaro diciendo que iba a contar su vida por extenso para que pudiera entenderse el caso y ha llegado ya el momento de explicarlo. Sabemos que su madre decidió arrimarse a los buenos, y que él decidió hacer lo mismo. El cúmulo de privaciones que ha sufrido justifican que decida convertirse incluso en un cornudo. Ya le avisa el Arcipreste: "Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas nunca medrará". Por eso mejor callarse. Lázaro defiende la honradez de su mujer, aunque cuando ella se pone a jurar él teme que se les caiga la casa encima. Pero su actitud es inflexible: "Que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me mataré con él." La actitud es noble, caballerosa, honorable. Pero asoma el diminutivo y se lo carga todo: "Aunque en este tiempo siempre he tenido alguna sospechuela" nos dice Lázaro. Perfecto, piensa uno: es por estas cosas que estamos ante una obra maestra.
(Y ahora justamente se ha estado hablando de la autoría revelada: el poeta petrarquista de primera hornada Diego Hurtado de Mendoza. Hace cinco años se propuso a Alfonso de Valdés. Ambos aportes se nos vendieron como verdad indudable. Pero de la autoría de Hurtado de Mendoza y de Alfonso de Valdés se lleva en realidad hablando cientos de años. Nada nuevo. Como de la del otro Valdés, Juan, o sólo un centenar de años de Sebastián de Horozco, padre de Covarrubias. Y yo que no me fío. No por cuestión de calidad prosística, que fue buen prosista Hurtado de Mendoza, sino por temperamento. Y porque me parece muy confusa la historia del manuscrito del Lazarillo junto con otro, ni más ni menos que de la Propalladia de Torres Naharro. Veremos en qué queda, que será seguramente en bien poca cosa. )

34 comentaris:

MAMÉ VALDÉS ha dit...

Con tu permiso me hago seguidor de tu blog y enlazo tu blog con el mío, un saludo.

Dilaida ha dit...

Tienes muchísima razón, los clásicos son así, que cada vez que los lees siempre vuelves a encontrar algo.
Esto de los diminutivos en el Lazarillo es muy interesante.
Porque no es lo mismo, sospechar que la mujer te pone los cuernos, que tener una sospechuela.
Por una sospechuela no merece la pena preocuparse mucho.
Estupenda e instructiva entrada Ramón.
Bicos

Mercedes Pinto ha dit...

Para utilizar con tanta maestría los diminutivos hay que tener un don. Es mera intuición e inteligencia saber que aqui sí y aquí no, y así lo capta el lector. Como ocurre con muchas otras figuras literarias, usadas con destreza realzan la otra, de lo contrario la aruinan.
Un post muy interesante.
Gracias por traernos cultura.
Un abrazo.

Culturajos ha dit...

Lecturas inteligentes. Cómo te envidio por eso. Leer el texto y después las palabras y al rato el hueco que queda entre ellas. Después ya se irán posando.

Tu texto me convierte en lectorzuelo.

Salud Ramón.
Perich

Eastriver ha dit...

Mamé, así nos iremos conociendo un poco más, lo cual está estupendo.

Dilaida, los detalles son necesarios en literatura, porque dicen sin decir.

Mercedes, el don del diminutivo es como el don de los adjetivos o de la derivación: es el don de la lengua convertida en algo más que mero instrumento. Eso es efectivamente literatura.

Perich, siempre fuiste un lectorzuelo, por avispado y por largo. Un gran abrazo.

Isabel Martínez Barquero ha dit...

Me abristes unas ganicas de releer al de Tormes...

Raticulina ha dit...

Si que le has sacado juguillo al Lazarillo...recuerdo haberlo leido en mis tiempos mozos pero releerlo habiendo tantísimo que no he leído aún,no sé... aunque ganas después de tu post no me faltan. Qué de palabras sustanciosas, diminutivas o no, injustamente en desuso y que podrían recuperarse y revalorizarse de los clásicos como éste...

Un abrazo

mariajesusparadela ha dit...

Tengo la sospechuela de que todos sabemos cuales son las cosillas de esta última semana: cosillas de malos frailes y malos curas.

Eastriver ha dit...

Isabel, cuando tengas un momento entra en Lazarillo para inspirarte, es siempre necesario para alguien que escribe tan bien como tú aprender de los maestros, porque la obligación de todos, incluso de los que tenéis talento, es seguir mejorando. Un beso

Rat, es excelente el Lazarillo. Tendría mucho más que decir, como todas las grandes obras. Un abrazo.

María Jesús, qué buena síntesis y qué bien lees, muchacha. Esas cosillas nos indignan y nos repugnan a muchos. Y vienen de antiguo. Un abrazo.

Darío ha dit...

Pero ustedes tienen una capacidad impresionante en el uso del diminutivo. Ni hablar de la Edad de Oro. Ni del análisis preciso que hacés del Lazarillo. Más cerca en el tiempo, me hacés recordar al atorrante de Torrente, policí eficaz si los hay, que se cansa, durante las tres partes del film, de hacer un uso absolutamente abusivo del diminutivo. "Te gusta la pistolita", "es una putita", "un ladroncillo". Brillante. Les encanta, nos encanta el diminutivo de España. Un abrazo.

Culturajos ha dit...

Creo que cualquier obra, clásica o no, siempre nos aporta algo nuevo con cada lectura.

He disfrutado leyendo tu entrada amigo, lo he disfrutado muchísimo porque el Lazarillo es un personaje entrañable al que le tengo gran cariño.

En cuanto a su autoría ¿Importa de verdad saber quién es su verdadero autor? Siempre ha sido un libro anónimo y a pesar de eso hemos disfrutado de su lectura, se han hecho estudios sobre sus figuras, sobre la obra entera. Seguimos descubriendo rasgos como tu has demostrado. ¿Qué cambiaría el hecho de ponerle nombre?

Muy buena entrada.
Un fuerte abrazo.
Fumador

El alegre "opinador" ha dit...

Me ha pasado como a Isabel. Me han dado unas ganas tremendas de releer el Lazarillo con mucha más atención.
Muchas gracias.

Eastriver ha dit...

Darío, qué agudo análisis del tema de los diminutivos. Lo que ocurre es que el diminutivo del poli innombramble es un diminutivo mucho menos sugerente que el de Lázaro: es un diminutivo machista, sucio y reaccionario. De todas formas probablemente tienes razón y desde fuera lo veais mejor. Un abrazo.

Fumador, me han chivado que tus estudios te llevan también a Lázaro y a tantos otros. Estarás en inmejorable compañía de ficción, tú que sabes apreciarla.

Opinador, anímate, es tan cortita que en un par de tardes tienes hecho el trabajo gustoso de leer a Lázaro. Un abrazo.

NINA ha dit...

La verdad es que recuerdo haberlo leído en el colegio, pero no recuerdo absolutamente nada de la historia.
Veré eso que decís del gusto de releer un clásico.

(Aunque en verdad no me seduce ni un poco...) jiji..

Saluti

La Gata Coqueta ha dit...

Aromas de lirios silvestres, y palabras en armonía con los colores de la primavera te acerco, para desearte un agradable fin de semana.

Dando paso dentro de breves horas, a la estación con mayor esplendor de todo el año.

Y la sosegada brisa
del valle que dormía
acerco a tu mejilla
un beso de despedida.

María del Carmen

Isabel Martínez Barquero ha dit...

Hoy con más calma, querido Ramón: menudo pedazo de entrada. Maravillosa de cabo a rabo, muy certera y, sobre todo, desde una perspectiva original y rompedora. Felicidades y enhorabuena con todas mis ganas.
Ayer llevaba prisa y te comenté rápido. Sabía que volvería y, efectivamente, hoy, nada más enchufar el trasto, ha sido lo primero que he hecho. Leer con calma, más pausadamente, saborearla, degustarla como un buen vino.
Enhorabuena, amigo querido. Eres un ángel y escribes como los ángeles.

Jose Lorente ha dit...

Entradas como ésta son las que me seducen en aumentativo.
¡Cuantísimo muchazo se aprende en este blog enormísimo!
Un super abrazote mega grandón.

m.eugènia creus-piqué ha dit...

Sabes Ramón que no me había dado cuenta de esos diminutivos que dices? Tambien es verdad que hace mucho que leí el Lazarillo y quizá no me acuerdo muy bien.Un petonet.

Eastriver ha dit...

Nina, pues vale la pena asomarte a un clásico. Obviamente no solamente a los clásicos pero sí en ocasiones. Pero luego cada uno hace lo que le da la gana, faltaría más. Un abrazo.

Isabel, sé que te gusta el Lazarillo y sé que fuiste toledana un tiempo. Yo, este verano en Toledo, andaba por las calles imaginando a Lázaro en la ciudad. Lo mismo que en París busco los rincones que frecuentó la Maga, empezando por el Pont des Arts. A veces los personajes literarios son más reales que los reales mismos, porque son un compendio de todos cuantos vivieron en aquella época. Su valor de símbolo les hace grandes y a la par, reales. Un abrazo.

Jose, un abrazo enorme. Hablas de mi blog que no hace más que aprender del tuyo... Abrazos.

Isabel Barceló Chico ha dit...

Delicioso el repaso que haces de los diminutivos del Lazarillo. A mí siempre me han gustado los diminutivos, hacen las cosas más próximas y familiares, incluso cuando se usan en sentido irónico. Hay afecto en el diminutivo, o al menos, así suelo percibirlo yo. Genial entrada, querido amigo. Besos.

Errata y errata ha dit...

Ramón, he leído comentarios tuyos en varios otros blogs y sé que te has ganado el corazón y la admiración de varios bloggeros. Ahora que he leído una apenas de tus entradas me queda claro el porqué...Un aplauso.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI ha dit...

Parece que el anónimo autor del Lazarillo creó avant la letre el lenguaje políticamente correcto, el eufemismo que camufla realidades desgradabable a través del diminutivo. Mis mayores lo utilizan mucho cuando quieren escusar algo que algun familiar no ha hecho muy correctamente y, claro, la familia siempre bien, gracias.

Me ha gustado todo ese análisis que nos has regalado. Muy interesante.

Y aepropósito de la autoría, parace que Rosa Navarro ha dicho la última palabra hace poco. ¿no? Creo recordar que apostaba muy claramente por Alfonso de Valdés, y que no dejaba demasiado espacio a la duda.

¡Salud Ramon!

Eastriver ha dit...

Isabel, el diminutivo en su valor irónico, afectivo o simplemente de tamaño pueden dar siempre mucho juego. Un abrazo.

Maia, bienvenida y muchas gracias.

Mariano José, es cierto lo del lenguaje políticamente correcto, aguda observación. Y respecto al trabajo de Rosa yo creo que fue un error suyo venderlo de forma tan contundente, porque demostraba más bien poco. Para nada dejó establecido que Alfonso de Valdés fuera el autor, para nada. Más bien Rosa fue muy cuestionada por ese trabajo, no sin motivo. Porque creo que con el tiempo ha quedado claro que justamente no es de Alfonso de Valdés. Ninguna prueba concluyente, mera hipótesis. Desde luego tiene más sentido la hipótesis de Diego H. de Mendoza aunque para mí no sea concluyente en absoluto tampoco. Un abrazo.

María ha dit...

Los clásicos siempre hay que leerlos más de una vez, porque siempre nos encontramos con algo nuevo cada vez.

Un beso, Ramón.

Anònim ha dit...

Bueno, bueno, bueno...estoy asombrada de tanta erudicción y lo digo "sin acritud"...esa lectura ya olvidada para mi... la cantidad de matices que en un texto recuerdas y describes...
Mejor me voy a tomar "un cafetito"..para volver a leerte...
Un saludo.

felicitaslaura ha dit...

Ramon, estoy llegando tarde a todos los blog y el mío lo tengo retrasadísimo, solo quiero que sepas que estoy ; preciosa entrada, la utilización de diminutivos en El Lazarillo ¿no será para acercar al lector al lenguaje de la calle , tal llena de ellos?.

Besos.

Lembranza ha dit...

Tu post me ha hecho recordad la historia de como se las arreglaba el pobre Lazarillo para poder sobrevivir con unos amos tan avaros. Como Isabel, creo que volveré a leerlo para disfrutarlo desde tu punto de vista. Un abrazo

ARO ha dit...

Muy interesantes tus observaciones sobre el uso del diminutivo, que evidentemente no siempre se utiliza para referirse a la pequeñez de algo o alguien, sino para dar un significado distinto al principal.

El Lazarillo, una buen libro para releer.

Mar ha dit...

Me encanta la exposición que has hecho, cada vez que leo algo ya leido le encuentro otro sentido.

Feliz fin de semana guapo!!!

Besitossssssss

Camino a Gaia ha dit...

Toda una lección sobre las posibilidades de un recurso literario un tanto arriesgado como es el diminutivo, hay que tener un gran dominio de la lengua para usarlo en su término justo.
Un saludo

Josep ha dit...

Hola Ramón.

Sobre la importancia del diminutivo la verdad es que no había pensado nunca en la forma que tu lo ves, y que tan sabiamente me enseñas.
Sin embargo lo que si me llamó la atención (de niño, no, claro) que ha pesar de estar prohibida hasta el siglo XIX, -por el clero, claro- en el colegio nos lo hacían leer, en castellano antiguo, al igual que "El conde de Lucanor"

Magnífica entrada Ramón.
Una abraçada.

Maripaz ha dit...

Ramon, me has dejado boquiabierta...tienes una manera especial de explicar las cosas.

Mi cultura, deja mucho que desear, por eso me encanta leerte. Siempre aprendo algo nuevo.
¡Gracias!

Carlos ha dit...

Tu entrada no ha sido chiquita Ramón.Me encanta que como profesor de literatura sepas descubrir cada año cosas nuevas en las lecturas de siempre, volviéndolas a renacer. Un abrazo.

Is@Hz ha dit...

Me has hecho recordar la representación de El Lazarillo que vi, protagonizada por El brujo, precisamente la manera que tenía de pronunciar los diminutivos,con ese agudo particular que sólo él sabe hacer.
No sé si tuviste la oportunidad de irlo a ver, me encantó.
También me ha gustado mucho el ángulo con el que nos has refrescado esta obra. Un saludo.