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dimecres, 9 de juny del 2010

MI GRITO SOBRE LAS VENDAS

(Esta entrada se publicó con el título de "La venda en los ojos" en el blog Grito de lobos en junio de 2010)

Considero que todo lo que estamos viviendo en estos días es enormemente positivo. Positivo para que caigan vendas. Positivo porque siempre es mejor conocer el terreno de juego. Positivo para que nos demos cuenta de una vez de que existe, como dice Oliveres, un vértice de la pirámide que es quien de verdad manda. ¿Descorazonador? Mucho. Pero más vale estar avisados. Decir en este caso que información es poder no sería exacto, pero sigue siendo válido que para poder cambiar las cosas, o mejorarlas, es necesario que se caigan muchas vendas.
Con las noticias recientes de Merkel y sus recortes alemanes he pensado que seguramente muchos estados se apuntan a la excusa fácil para recortar a gusto y poder jusificarlo. No me creo casi nada, la verdad (aunque sí que es cierto que he celebrado que aquí no gobiernen las derechas, o al menos no las derechas duras, que uno ya no sabe, pues intuyes que con una cierta sensibilidad social la sangría no es tan aparatosa como sería si mandasen otros con menos manías).

Sigo oliendo a mentira ambiental, a grupos de poder, a democracia falsísima. ¿Cómo no va a apetecerme gritar y ser más que nunca lobo rabioso? ¿Cómo no me va a molestar, entre muchísimas otras cosas, que a los jugadores de la roja les prometan 600.000 euros tal como está el patio? (Por cierto, ¿quién los pagaría?) (Más por cierto, ¿se me tacharía de catalanista irredento si afirmase impunemente que preferiría que no ganasen?)

Cohn-Bendit, ya veréis, habla de hipocresía global. Porque Cohn-Bendit habla claro mientras muchos ojos se abren. (Y hablando de hipocresía, ayer en las noticias reportaban que un instituto de secundaria ha creado un prototipo de automóvil que consume un litro de gasolina cada mil quilómetros. Si esto lo hacen adolescentes más o menos tutorizados, no puedo evitar pensar qué hubiesen logrado los grandes ingenieros si les hubiese dado la gana, si no hubieran estado tan mediatizados y tan untados...) Pero vuelvo a Cohn-Bendit, aunque todo me lleve a la constante y pertinaz mentira.


También otros hablan claro. Demasiado. Se nos ponen los pelos como escarpias oyendo a la intelectualidad del Partido Popular llamar zorra a una consejera de sanidad por proponer talleres de sexualidad a los niños. Lo que para mí es síntoma de sociedad avanzada es para ellos el colmo de la perversión. Es evidente que ellos y yo vivimos en dos planetas lejanísimos. De lo cual me alegro como no os podéis figurar. (Por cierto, Felipe se me anticipó con este vídeo... prometí en broma ponerlo verde, cosa que naturalmente no pienso hacer porque le estimo demasiado, su blog es de los imprescindibles y además va bien ver dos veces la misma piedra antes de que nos la lancen a la cabeza).

re

divendres, 7 de maig del 2010

CERDOS

Los simpáticos habitantes del Norte europeo nos llaman cerdos. No solamente a los españoles, también al resto de habitantes de este Sur que tiene tanto bueno (y tanto malo). Nos llaman cerdos porque juntando la inicial de los cuatro países sureños (Portugal, Italian, Greece y Spain) sale justo eso, PIGS, es decir, CERDOS.

Son unos maleducados. Sin embargo, ay, sin embargo. Sin embargo ellos nos dan lecciones que nosotros no queremos asimilar. Lecciones de eficacia, de modernidad en muchos casos, de higiene, de silencio, de respeto, de trabajo. A nosotros, los del sur, nos encanta la fiesta, claro está. Nos encanta el bullicio, el ruido, la pereza. El sol nos adormece. Por eso la gran mayoría de problemas siempre suelen ocurrir en el Sur (véase el reciente caso de Grecia). Y siempre suele ser el Norte quien acude en su ayuda.

Esto es demagógico, claro. No todo es tan meridionalmente así. Sin embargo algo de razón existe en esta afirmación. Yo admiro el norte. Luego me molesta lo cuadrados que son y todo eso, pero en el fondo les admiro. Además les entiendo. Porque pertenezco a una tierra que es el norte del sur o el sur del norte. Por lo cual se perciben aquí las ingratitudes de ambos.

Me acuerdo de un excelente poeta catalán que cantó ese anhelo y ese amor por el Norte lluvioso y sin embargo eficiente. Salvador Espriu se llamó. Poeta que supo cantar a las Españas y al respeto necesario, que supo quejarse por todo lo provinciano que nos embarga cuando nos miramos demasiado el ombligo. Yo, como él, desde el sur apasionado y defendiendo lo bueno que tenemos, también adoro esa pulcritud del Norte, y aspiro a ella, y deseo que nos alcance.
"Oh, que cansat estic de la meva
covarda, vella, tan salvatge terra,
i com m’agradaria d’allunyar-me’n,
nord enllà,
on diuen que la gent és neta
i noble, culta, rica, lliure,
desvetllada i feliç!
Aleshores, a la congregació, els germans dirien
desaprovant: «Com l’ocell que deixa el niu,
així l’home que se’n va del seu indret»,
mentre jo, ja ben lluny, em riuria
de la llei i de l’antiga saviesa
d’aquest meu àrid poble.
Però no he de seguir mai el meu somni
i em quedaré aquí fins a la mort.
Car sóc també molt covard i salvatge
i estimo a més amb un
desesperat dolor
aquesta meva pobra,
bruta, trista, dissortada pàtria."

(Traducción al castellano)

"Oh, ¡qué cansado estoy de mi
cobarde, pobre, tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme de ella,
hacia el norte,
donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
desvelada y feliz!
Entonces, en la congregación, los hermanos dirían
desaprobando: "Como el pájaro que abandona el nido,
así es el hombre que se va de su tierra",
mientras yo, ya lejos, me reiría
de la ley y de la histórica sabiduría
de mi antiguo y árido pueblo.
Pero no seguiré nunca este sueño mío
y permaneceré aquí hasta la muerte.
Porque soy también cobarde y muy salvaje
y amo también con un
desesperado dolor
esta pobre, sucia,
triste, desgraciada patria mía."

Pero viendo lo de Grecia en estos días me he acordado de otra máxima indiscutible. Que como nos muestra la historia quienes se enriquecen son cuatro y quienes pagan los platos rotos son siempre los mismos.

re

dimecres, 14 d’abril del 2010

SÓLO LOS LOBOS

(Este es un texto mío que ha aparecido en el blog Grito de Lobos el día 14 de abril)

Recientemente se ha publicado en prensa la curiosa encuesta en que se revela que, de las diferentes profesiones y grupos sociales, los españoles desprecian fundamentalmente dos: el de los políticos y el de los okupas. No hablaré del segundo grupo. Porque la encuesta en cuestión me recordó las tres entradas que el amigo Antonio dedicó al tema hace un par de meses o algo menos.

Por otro lado debo decir que referirme a uno de los compañeros de Grito, a lo que escribió en su blog, me supuso una traba al principio, cuando pensé que seguramente era una muestra de ombliguismo imperdonable. Pero puesto que en el segundo artículo de nuestros Acuerdos se recoge que en este blog "pueden traerse y referenciarse entradas interesantes de otros blogs" decidí seguir esa indicación.

Me refiero a las entradas acogidas al título genérico de "De noble arte a oficio de la política". El primero de los artículos habla, tras constatar una crisis en el momento actual, de la nobleza que lleva implícita la tarea de ser servidor público, que eso es ser político en realidad. Sigue a continuación un análisis de las tres formas de organización política y social existentes; formas que convivieron efectivamente en los años 30 del siglo pasado y que colisionaron en la Segunda Gran Guerra: democracia, comunismo y nacional-socialismo. La segunda entrega recoge el triunfo de una de las tres formas y el hundimiento de las otras dos con todo lo que ello conllevará: neoliberalismo económico y globalización. De lo cual, añado yo, se derivan otros conceptos fundamentales como posmodernidad o relativismo. Y otras consecuencias que también Antonio recoge en su texto. Como la del político de izquierdas que "está jugando la partida en campo contrario, con unas normas que le atrapan e impiden desarrollar su propia política social, sujeto a la acometida de los medios si se desvía lo más mínimo". Es decir, la misma estructura del terreno de juego, de la realidad que nos circunda, obliga al político de izquierdas a desarrollar una labor contra el soplar general de los vientos de la realidad. Ese es el gran drama de las izquierdas en nuestro tiempo.
Por otro lado, según el autor, el hecho de que existan esos "supraestados" (multinacionales, banca) que son quienes tienen el verdadero poder que mueve el mundo, lleva a los políticos a desempeñar un papel totalmente rebajado: "si los gobiernos no tienen las manos libres para tomar las decisiones que mejor convengan al conjunto de los ciudadanos (...) el noble arte de la política pasa a ser un “oficio”, una actividad sujeta a los designios del señor dueño del poder real". Ese es, según Antonio, el elemental motivo que impide que los políticos nobles y entregados, aquellos que justamente podrían dignificar su tarea, se vean degradados y empujados al saco común de la minoría: los corruptos, los interesados, los aprovechados.

En el tercer y último artículo se repasan algunos de los excesos que se derivan de todo ello, así como las causas más notables: el poder del dinero, la pérdida de valores, la política económica agresiva, la ausencia de alternativas ideológicas tras la caída del comunismo... Por todo ello estamos como estamos.

La solución que propone Antonio pasa por la conciencia individual y colectiva, por lo que yo llamaría la creación de un verdadero tejido social formado por individualidades coherentes. Estoy totalmente de acuerdo. Ese es el camino: la coherencia, la entrega, la generosidad, la unión. Las grandes cosas vendrán por añadidura.

No tengo claro que ello sea posible. Frente a todo lo señalado por el autor de los artículos observo yo la sombra espantosa de la individualidad y del egoísmo. Individualidad y egoísmo significan caer en la ciénaga del status quo. Y no percibo en general la energía para unirse y caminar en otra dirección. Pero el empeño de los que gritamos en este blog y en tantos otros pasa muchas veces por hacer realidad esa voluntad que nosotros observamos como verdadera necesidad.
Antonio Azorín publicó hace cien años una novela emblemática que hablaba de otra crisis, la del 98. La voluntad, se llamaba esa novela que trataba también de formular los males sociales y buscarles un remedio fundamental. El gran error de los hombres del 98 fue seguramente su romanticismo: esperar soluciones mágicas y externas. Hoy sabemos ya que no. Es de dentro de donde debemos arrancar la pasión para transformar y crecer definitivamente. Sólo faltan tres cosas: que podamos un día ser muchos, que tengamos verdadera voluntad y que nos pongamos a ello.

re

dijous, 11 de març del 2010

NO QUIERO SER ROMÁNTICO

(Este es un texto originariamente publicado en el blog Grito de Lobos el 9 de marzo.)
En gran medida somos hijos del Romanticismo. Nos dejamos llevar por la pasión, por la emoción, por el rapto del momento. Es así en todas las cosas de la vida. Las lágrimas gratuitas no nos ofenden, la exhibición emotiva no nos parece mal, y como ello vende, en algunos entornos acaban aprovechándose para caer en una verdadera pornografía emocional. En la reflexión social y política en muchas ocasiones ocurre también así. La pasión, buena y necesaria para el desarrollo de la vida, acaba ocupándolo todo. Y el ingrediente romántico, que aporta algo de sal, acaba transformado en protagonista y al final el plato no se puede consumir. El ser humano tiende a los excesos si no se contiene, y más en algo tan polarizable como la opinión política o social.

El exceso de romanticismo que nos apresa como si de una enorme y empalagosa mancha de almíbar se tratara afecta en muchas ocasiones a todo. O almíbar o sangre, que de todo entiende el romanticismo y a todo recurre para conseguir sus pretensiones. El romanticismo es escenificación, exageración, nocturnidad con alevosía, emoción susceptible, desgarro teatralizado, efectos luminosos impactantes, mixtura de voces y de discursos, quiebro y ruptura, grito y voces exageradas, variedad de formas, yo impetuoso, sentimentalismo tierno y sentimentalismo sangriento. El equivalente a todo ello se cuela en nuestro día a día. El debate cada vez es menos serio y depurado, menos contenido. Nuestra televisión se radicaliza en pos del espectáculo. Los noticiarios de Telecinco parecen una crónica ya amable ya escabrosa. La inteligencia recurre a argumentos claramente demagógicos. Y todo ello ocurre porque seguramente nos quedamos con aquellos ingredientes más previsibles y más teatrales del romanticismo. Con aquello que resulta más cómodo y que ya hemos asimilado como de buena educación o de educación pasable.

De esta forma todo aquello más interesante del romanticismo parece olvidado, o desgajado. La intuición por ejemplo, que sin pretender convertirse en ciencia, tan importante resulta. O la noche como propiciadora de embelecos. O los fantasmas de la imaginación, que nutren nuestras fantasías y nuestras literaturas. O el miedo gótico que no pretende usarse de forma mercantilista sino que es mero pasatiempo investigador de potencialidades humanas. O los puentes que tiende la intuición, que edifica la noche, que transita la pasión. Los montes de las ánimas que todos llevamos dentro. Pero ahora ya no. También lo mejor del romanticismo se ha prostituido. Nos quedamos con lo peor y lo mejor lo ensuciamos. Ahora la intuición sirve para sacar dineros a los crédulos, la noche para tomar coca, nuestras fantasías adolecen a veces de poca vitalidad, la soledad es un gran fracaso y el miedo sirve para que las farmacéuticas vendan el tamiflú.

Nuestros gritos (y cuando digo gritos digo lo que en los Lobos significa grito: queja, opinión, reflexión) se tiñen también de todos esos aspectos del romanticismo mercenario. Creo que resultaría fundamental que aprendiéramos todos a calmarnos, a sopesar, a ser juiciosos nuevamente. Propongo por eso quedarnos sólo con aquello enriquecedor del romanticismo, con lo que de digno tiene la empresa romántica, y emprender una vuelta a la Ilustración. Naturalmente no lo digo por los amigos de los Lobos; lo digo en un sentido general, social. Que la sociedad vuelva a ser un día un espacio ilustrado. Que apueste por el regreso a otras verdades menos impactantes pero más eficaces. Por el juicio, el rigor, la ciencia, el empirismo, la objetividad, la crítica, el orden, el progreso, el respeto, la pedagogía bien entendida.

Pero naturalmente si los valores positivos románticos podían ser prostituidos, y de hecho lo habían sido, ¿no van a serlo también los valores ilustrados, ya de por sí peligrosos según quién los afronte? Porque esa seriedad ilustrada tiene el peligro del fascismo, del ordeno y mando, del paternalismo, de la simplificación didáctica excesiva, del despotismo ilustrado. Esos son los peligros de los cuales debemos protegernos si optamos por volver a la Ilustración. Siempre protegiéndonos de algo, quizá de nosotros mismos. Pero cuando el hombre opta por volver atrás en realidad nunca vuelve. Va al pasado y toma de ese tiempo aquello que puede servirle para seguir avanzando. Y seguramente es cierto que ahora debemos buscar entre los Ilustrados porque los viejos valores ya no nos sirven. Se habla de esto en algunos medios. Y creo que más se seguirá hablando.

re

dissabte, 30 de gener del 2010

LO QUE SÉ DE LA JUSTICIA

(Grito de lobos es un blog colectivo cuya misión es recoger y dar forma a nuestros gritos. El que sigue es un nuevo grito mío en los lobos. Salió el viernes 29 de enero. Pueden verse los comentarios en la entrada original.)

Cuando en los años 80 Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, dijo que "La justicia es un cachondeo" levantó una polvareda inusual. Se descubrió entonces que en democracia hay cosas que no se pueden decir. Y se descubrió también entonces que la opinión negativa sobre la justicia, aunque no se pudiese pronunciar en voz alta, era más extendida de lo que se pensaba.

Pero fíjate que yo sigo pensando hoy que la justicia continua siendo un cachondeo monumental. Habría infinitos ejemplos que ilustrarían esta máxima tan mínima. Pero no me pondré a hablar de escándalos políticos que quedan impunes porque el tema ya cansa. Hablaré de otra cosa que admite todavía menos discusión. Porque en política siempre te pueden acusar de parcial, y lo que para unos es claro como la luz del mediodía para otros no tanto. Así pues, dejemos hoy la política y centrémonos en otro tema.

Hace una semanas, durante mi incursión al barrio donde viven mis padres, en lo que yo llamo la visita semanal, entré en la selecta pastelería de la zona justo cuando salía un señor agarrado del brazo de su señora esposa. Era un señor mayor, elegante, con una enorme prestancia. Le miré sorprendido... Él, que se dio cuenta, me miró claramente por encima del hombro. Aquella cara... Busqué en mi mente pero no supe de quién se trataba (siempre he sido muy torpe con la memoria visual). La dependienta se debió de dar cuenta porque me sonrió y me dijo confidencialmente:

- Es el señor Millet. Viene cada tarde a tomar su chocolate con su esposa. - Y añadió convencida - Es un señor encantador.
Miré hacia afuera y lo vi cruzar por el paso cebra, agarrado al abrigo de pieles de su señora, con la otra mano en el bolsillo de su carísimo abrigo y con un pañuelo de seda de cachemir anudado en el cuello. Se cruzaron con una señora que les miró, les sonrió encantada y les dijo algo (no un insulto barriobajero, que es lo que sin duda merecerían). Vistos desde atrás parecían un par de abuelitos millonarios y sin embargo encantadores.

Para quien no lo sepa el señor Féliz Millet es el ladrón confeso de una cantidad nada despreciable: 3,3 millones de euros. No contento con ese dinero robado ha confesado también que pagó con fondos de la Fundación cultural que presidía varios viajes alrededor del mundo y reformas en su segunda residencia. No tuvo empacho en organizar la boda de su hija en una instalación pública que cerró a cal y canto para uso y disfrute privado (boda que por cierto pagaron sus consuegros). Su mano derecha, otro pájaro que volaba alto ("el senyor Montull, dels Montull de tota la vida"), también se aprovechó, y la hija del pájaro ("que n'és de maca la Gemma Montull"), y el novio de la hija del pájaro que, viendo que los vientos soplaban a favor, decidió hacer una reforma a fondo en su casa a cargo de la partida de cultura. Y cuando el órgano musical del Palau de la Música, dependiente de la Fundación presidida por el señor Millet ("dels Millet de tota la vida") se estropeó incentivó una colecta para su reparación. Muchos ciudadanos anónimos que aman la música y las instalaciones artísticas de la ciudad donaron su dinero. Él, Millet, lo que donó es un ejemplo horrible. Cuando me vengan a pedir una ayudita para cualquier instalación del barrio, de la ciudad o del país les daré con la puerta en las narices: están consiguiendo entre todos que no me crea nada.
Veamos. ¿No ha estado nunca encarcelado el señor Millet? Nunca no. Lo estuvo. En 1984 porque ya entonces se dedicaba a lo que más le gusta. Sería fantástico poder viajar en el tiempo, irnos hacia 1984 y esperarlo a la salida de la cárcel Modelo. ¿Quién iría a buscarlo a la cárcel el día de su salida? ¿Algún familiar? ¿Acaso algún político? Es previsible que no cogió el metro ni el autobús. Porque Millet es miembro de una barcelonesa familia de rancio abolengo ("de tota la vida"). Su padre, honorable promotor cultural (qué miedo) presidió también el Orfeó Català, creado a su vez por el tío del padre. Nuestro protagonista no es, como se ve, un don nadie. Los don nadie no llegan nunca a presidir fundaciones culturales.
No sabemos quién fue a recogerlo a la cárcel en aquel lejano 84. Sí sabemos que haber robado no supuso problema alguno para que volvieran a confiar en él. ¿Le debían acaso algún favor? ¿Había dejado dinero generosamente a algún partido político en aquellos primeros tiempos de nuestra democracia? Los Millet siempre han sido democristianos, cercanos a la órbita de Unió (de CIU), pero ya sabemos luego que la ideología no ha condicionado nunca la vida de Millet. Más tarde se supo que dio dinero para paliar deudas de partidos no afines a su ideología. Alguien, o mejor, todos, volvieron a confiar en Millet y así este pudo seguir robando.
Quien lea esto pensará que me estoy quejando de la existencia de seres perversos como del que hablo. Pues no. Mi queja es evidente: el robo de partidas de dinero público, sea de educación, sea de sanidad, sea de cultura es una lacra que nos afecta a todos. Pero mi queja fundamental en este caso es contra la justicia. ¿Cómo es posible que uno pueda robar más de quinientos millones de pesetas y que no le ocurra absolutamente nada? ¿Cómo es posible que uno pueda robar quinientos millones y no ser llevado ante la justicia hasta casi seis meses después? ¿Cómo es posible volver luego a casa como si tal cosa? ¿Cómo es posible convertirse en el mayor chorizo catalán del momento y que no ocurra absolutamente nada? ¿Y cómo es posible que la justicia reivindique que todo se está haciendo bien?

No entiendo de derecho. Menos de lo que pensaba incluso. Pero mi indignación es radical, visceral, se transforma en odio, en rabia, en grito de lobos descomunal. ¿Qué intereses ocultos hay en este asunto? ¿Qué políticos o jueces están contribuyendo a tapar lo que ya no se puede tapar? ¿Por qué la gente no se tira a la calle armados con piedras y adoquines dispuestos a romper los cristales de todos los juzgados e instituciones varias que nos están tomando el pelo de forma tan miserable? ¿Por qué el mayor chorizo confeso se toma su chocolate en una pastelería cara, la gente le saluda encantada y él te mira con la superioridad de los inmunes? ¿Está loca esta sociedad? ¿Nos estamos quitando todos la careta y ya da igual? ¿Es cierto que es peor robar un suavizante que hacerte millonario a base de dinero desviado? ¿Es cierto que nos hemos rendido a la evidencia de que el mundo es de los tramposos? ¿Se ha llegado alguien a creer que la justicia realmente funciona en este país? ¿Soy el único cabreado hasta la médula por tanto hijo de puta suelto?

re

divendres, 8 de gener del 2010

EL DELITO LO COMETIERON OTROS

(Grito de lobos es un blog colectivo cuya misión es recoger y dar forma a nuestros gritos. El que sigue es el primer grito mío en los lobos. Salió el 7 de enero. Para ver los comentarios deberá irse al blog original.)

Les detuvieron por cometer un delito: colarse en la cena de gala con una pancarta. Los delincuentes eran cuatro: un español, un holandés, una alemana y un suizo. Los cuatro con responsabilidades en Greenpeace. Indudablemente merecían el castigo: más de 20 días encarcelados. Lo merecían porque vinieron a turbar la cena merecida de unos líderes internacionales que, preocupadísimos por el cambio climático, decidieron que era el momento de pasar a la acción y comenzar a solucionar el problema.

Juan López de Uralde y los otros eran unos exaltados. ¿A quién puede ocurrírsele joderles la opípara cena a unos hombres y mujeres que, al día siguiente, iban a tomar una serie de decisiones fundamentales para detener el presunto deterioro del clima? No les dejaron cenar tranquilos, lo cual merece mi más absoluta repulsa. Una cena es una cena. Y más tras una larga y productiva jornada laboral. Productivísima, como se vio al día siguiente.
Y ahora, una vez liberados, se atreven a quejarse de que les trataron como a perros. ¿Cómo esperaban que les tratasen? Hora es de que todo el mundo sepa que la cena es un momento sagrado. Pero no sólo eso: añaden los sinvergüenzas que un castigo excesivo por una falta leve, como puede ser el pacífico aunque contundente uso de la libertad de expresión, nos acabará llevando a una forma de totalitarismo en que estará prohibido incluso opinar. Demagogia...

Pero lo peor, lo peor de todo, no es que les encarcelaran por llevar una pancarta. Eso me parece justo, ya lo dije. Justo y necesario. Lo peor no es que esos locos se empeñen en hablar de cambio climático, que ni yo ni los bienpensantes nos lo acabamos de creer del todo (no al menos que sea debido a la acción del hombre, cualquiera diría). Lo peor es que Uralde y los otros (esos hippies) se atrevan a decir que los delincuentes no eran ellos sino los jefes de Estado y de Gobierno que montaron una carísima mascarada que no supo poner freno, porque no les interesó, al cambio climático. Que los delincuentes eran los otros, los que estaban cenando. Habráse visto mayor desfachatez. Yo les hubiera dejado en la cárcel hasta las Navidades del año que viene. Para que aprendan...

re