Si el Camino 1 era, en justicia, el de Don Antonio (Camino que por cierto dio lugar a la experiencia del domingo machadiano por excelencia en los blogs amigos, en diciembre) el Camino 2 le pertenece a otro español de gran enjundia porque era Santo (o lo hicieron Santo cuando se murió, que yo creo que son dos cosas diferentes). Como reza (nunca se vio verbo mejor puesto) el título de esta entrada estoy hablando de San Josemaría (que no Josemari). Así junto. Dicen las malas lenguas que se llamaba en realidad José María Escribá Albás pero él, que siempre fue más chulo que un ocho, se puso Escrivá con uve, añadió de Balaguer como si fuera la Condesa (de Alba) y juntó sus dos primeros nombres (tenía cuatro) porque de José ya había varios en el santoral pero él, que iba para Santo, sabía que no existía ningún Josemaría y así inauguraba el marcador. Lo justificó hablando del gran amor por María que de esa manera quedaba permanentemente unida a su nombre y no relegada a un segundo plano. Pero como me conozco yo bien a estos personajes que te justifican cualquier cosa me quedo con la primera versión, la del marcador.
San Josemaría tuvo cierta mañana una visita. Se le presentó Dios padre y le pidió que creara una obra religiosa. A mí me pide eso y no sé por dónde empezar. Como se la había encargado Dios y San Josemaría, otra cosa no pero era muy coherente, la llamó Opus Dei. Se acercó al poder (el franquista, claro) y riéndole las gracias al dictador consiguió un enorme apoyo y pasta gansa. Cuando uno de sus adláteres fue nombrado ministro (de Franco) el venerable Santo entró en éxtasis y exclamó arrobado: "Nos han hecho ministros". Y se fue para Roma (yo también me hubiera largado).

Publicó muchos libros, aforismos de pensamientos de un facha subido. Y acabó convirtiendo su Obra en su casa: los acólitos estaban obligados a llamar Padre al Santo y, siguiendo esa coherencia indiscutible, los padres del Padre eran los abuelos y la hermana del Santo la tía. Parece coña pero no lo es. La familia propia, de esta forma, quedaba sustituida por la familia común. Los retratos de los abuelos y de tía Carmen lucían en las salas principales de las casas de la Obra. El Opus se convirtió en una Secta. Como no da tiempo remito al alucinante libro de María del Carmen Tapia, las memorias de una de las secretarias del Santo que harta de tantas mentiras y tanto daño huyó como pudo y lo contó luego, con una entereza y una delicadeza notables (a pesar de todo). Francamente, recomiendo el libro para quien desee emprender lo que la misma autora llamó "un viaje al fanatismo".

-¿Adocenarte? -¿ Tú... del montón!? Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios. Humíllate y Cristo te volverá a encender con fuegos de Amor.

-Te diré, con palabras de un viejo refrán español: aunque la carne se vista de seda, carne se queda.
-Qué afán hay en el mundo por salirse de su sitio! -¿Qué pasaría si cada hueso, cada músculo del cuerpo humano quisiera ocupar puesto distinto del que le pertenece? No es otra la razón del malestar del mundo. -Persevera en tu lugar, hijo mío: desde ahí cuánto podrás trabajar por el reinado efectivo de Nuestro Señor!