Entre paréntesis mi precisión: me gustan los de Oriente, la mayoría sabéis que los otros, lo que no son magos, me parecen unos chupatintas. Pero, ¿cómo no amar a los tres reyes magos? ¿Cómo es posible que alguien prefiera al soso Papá Noel? Ellos, los tres, me enseñaron mucho. Y hoy aquí quiero contaros todo lo que me enseñaron los Reyes.
Cuando era niño me pasaba las vacaciones de Navidad esperando ansiosamente su llegada sin tener en cuenta que los Reyes significaban justo el final de las vacaciones. De esta cruel manera aprendí a los diez años lo que era una paradoja.
Tendría tres años cuando mis padres me llevaron a la primera cabalgata. Alguien me aupó a hombros pero no vi nada: carrozas, camiones, un rey diminuto en un trono lejano que saludaba y poco más. Fijé mis ojos de niño de tres años en un inmenso camión (o quizá era carroza) que seguía a las carrozas reales. Alguien, seguramente mi madre, vio que miraba atentamente el camión. "Ahí dentro van los regalos que van a repartir esta noche". Supongo que afirmé con la cabeza: lo tenía clarísimo, ahí dentro iban mis regalos. Siento ahora decirlo y ser tan sincero pero descubrí entonces que me interesaban más los regalos que los Reyes. Supongo que este es otro aprendizaje: el del inevitable y fatal egoísmo humano del cual debemos protegernos.En aquellos lejanos años de infancia íbamos a entregar la carta a los Reyes que ponían su stand en los almacenes Sears, cercanos a mi casa. Allí, previo e ignorado pago para una almas cándidas, nos hacían la consabida foto. Bajábamos también a los almacenes Sepu, en las Ramblas, donde el cartero real saludaba a los niños entusiasmados desde el balcón real que todavía puede verse (aunque ahora el Sepu es un restaurante). Recuerdo mi emoción extrema y los saludos del paje que era siempre negro (y por eso, como no sabíamos el significado de la palabra racismo, nos caía mejor a todos). Este sería otro aprendizaje: que la diferencia es, en realidad, divertida y motivante.
Recuerdo intensamente las noches de reyes, el cava y el turrón para que tomaran algo cuando llegasen, el pan seco para los pobres camellos, la zapatilla al lado de la ventana, la dificultad para conciliar el sueño y el nerviosismo extremo. Y los regalos al día siguiente, amontonados esperando a ser abiertos. Como una postal los regalos envueltos como en una película de Walt Disney. ¿Tendría todo esto algo que ver con la educación sentimental? ¿Con la edificación del paraíso perdido de la infancia?
Cuando crecí y supe el final de la película la cosa perdió mucho encanto. En una ocasión deseé unos cochecitos que estallaban al vuelo (ahora decimos, pero en nuestra época había también unos juguetes bien cafres) pero decidí que esperar al día 6 era una ridiculez tremendamente infantil. Conseguí, con artes y dificultades, que mis padres me dieran el regalo tres días antes. Comencé a jugar y destrocé el primer coche a los diez minutos. Me había cargado el juguete antes de tiempo. Llegarían los reyes y no tendría absolutamente nada. Tendría un juguete viejo y roto. Aprendí entonces que en la vida es siempre maravilloso saber esperar el momento justo de la magia, y saber reconocerlo.Y cuando ya fui adolescente comencé a odiar las navidades porque quedaba bien. Las navidades eran cursis, ridículas y burguesas; por tanto no interesaban. Pero cierto año, caminando por el centro de mi ciudad (recuerdo que iba a ver a mis amigos Rosa y Josep que vivían en la calle Tallers) me encontré con la molesta cabalgata de Reyes. Recordé mi primera cabalgata, la sorpresa de los tres años, la maravilla de la mirada, del misterio y del conocimiento mítico, y recuerdo que me dije que era una lástima que se terminaran ya las navidades, que de tanto odiarlas por imperativo de la edad no me había dado cuenta de que en realidad las navidades me gustaban. Tuvieron que ser los Reyes con su cabalgata quienes me lo enseñaran hace ya muchos años.
Todas estas cosas me enseñaron. El valor de la sorpresa, de la familia, de la amistad, de la generosidad. Que es más enriquecedor dar regalos que recibirlos. Que durante las navidades la vida se parece más a una comedia de los años cincuenta.
Pero para paradojas ésta: acabar reconociendo, justamente yo, lo mucho que me enseñaron los Reyes. De todas formas tampoco es cuestión de venderse por una ilusión tan pasajera. Como dice mi nuevo amigo Rafa: Salud, República y Reyes Magos.
dimarts, 5 de gener del 2010
A FAVOR (IV): ELS REIS (D'ORIENT)
dijous, 8 d’octubre del 2009
A FAVOR (III): EL GRAN WYOMING
En un tiempo en que no puedo ver la tele porque no hay casi nada que me motive (me refiero a la programación convencional) el programa de El Gran Wyoming en La Sexta es un oasis de ironía y de inteligencia. Está claro para quien leyó la entrada anterior que no me cuento entre los fieles a Intereconomía. Susana, la del cajón de textos y pretextos, en un comentario me permitió también distanciarme decididamente de Veo7. Tampoco frecuento Telecinco, ni sus gritos, ni sus sorpresas, ni sus realitys. Antena3 me parece a ratos soporífera y a ratos garbancera. Los programas divertidos de Cuatro y de La Sexta me ponen de mal humor (menos Buenafuente, lástima de las horas...) Me queda, así, el reducto de TV3 (algún documental y los informativos), algún momento de La Primera y poca cosa más.
Mientras que durante los mediodías la tele me resulta un páramo espantoso, una ciénaga intransitable, por las noches tengo asegurada la media hora que me reconcilia con la televisión. El Intermedio, se llama el programa. Y, algo molesto por esa tendencia que tengo a ponerme sesudo en el blog y hablar sólo de literatura, poesía, viajes, espiritualidad, ideología y belcanto (algo que sospecho que nos ocurre, cada uno en la medida de sus intereses, a todos los que tenemos un blog) reivindico desde aquí a Wyoming que consiguió ya desde sus tiempos del Caiga quien caiga que pueda también reírme a gusto con la televisión. Lo sigue haciendo cada noche, y espero que por muchos años.
dijous, 23 d’abril del 2009
A FAVOR (II): DIADA DE SANT JORDI
No nomès soporto el dia de Sant Jordi sinó que m'agrada moltíssim. Simbolitza la bellesa, la lectura, la cultura, la civilitat, l'amistat, l'amor. I la primavera. La pega: tantíssima gent per segons quins llocs, l'impossibilitat de mirar sossegadamente els llibres. Una altra pega, inevitable sembla ser: l'instrumentalització, la comercialització.
De totes maneres, segueix valent la pena. Bon Sant Jordi!
dimarts, 23 de desembre del 2008
A FAVOR: EL NADAL
Quan era més jove no soportava el Nadal, em semblava tan empalagós, tan burgès, tan conservador... Però un any, quan ja era més gran, el dia de reis em va saber greu que s'acabessin les festes. I vaig decidir que l'any següent el viuria plenament, potser per primera vegada a la vida.
Ara el Nadal em continua semblant molt empalagós, molt burgès, molt conservador. Però he descobert que està bé saber disfrutar de família i amics i posar-te també una mica empalagós ni que sigui una vegada l'any. El Nadal significa fred (i sempre m'ha agradat més el fred que la calor), significa intimitat, poc soroll, música de fons, significa nit i foscor, memòria, record. És clar que també té connotacions de tristesa, d'enyor, però alhora és un cant a aprofitar el present, a viure'l intensament amb els essers estimats. A més el fet que tinguem festa, que no calgui matinar per anar a treballar, poder deslliurar-se de les obligacions diàries, desconnectar i cobrar la paga extra fa que encara m'agradi més.