dimarts, 2 de febrer del 2010

COLL DE BELITRES

Uno de los caminos míticos para salir de la Península que nos acoge y nos apresa, literalmente, es el llamado Coll de Belitres. Bordeando la costa mediterránea en dirección a Francia llegamos a Llançà, un hermoso pueblo de la Costa Brava. A partir de ahí, mientras seguimos subiendo, comprobamos que la carretera se hace angosta, las curvas más pronunciadas, la cercanía del Mediterráneo por la derecha casi casi vertiginosa. Comienza la escalada. Subimos para volver a descender a través de infinitud de curvas, y Portbou, el último pueblo español, nos recibe desde el fondo del Valle. Refugiado en un recodo de las montañas, entre los montes y el mar, contempla básicamente el cielo con la conciencia de encontrarse en el camino, pero apartado de él. Portbou es uno de esos pueblos que contemplan la muerte, y que precisamente por ese carácter casi triste, es seguramente un pueblo sabio. Un pueblo entre un tiempo y todos los tiempos, con un pie aquí y el resto de pies fuertemente anclados en las diferentes edades del hombre.
Walter Benjamin supo que debía huir para morir luego y no encontró mejor sitio para hacerlo que Portbou. Benjamin fue un poco un hijo de nadie, y eso se paga. El miedo y la verdad lo paralizaron y se suicidó aterrorizado por las fuerzas franquistas y sus negro aliento. Aunque otras teorías dicen que murió asesinado por los otros, por los comunistas. Cualquiera de las dos teorías puede ser cierta, incluso ambas pueden serlo. Benjamin fue un hijo de nadie y acabó pagándolo. Su cuerpo está enterrado en este lugar, en Portbou. No podía haber encontrado otro sitio mejor. Pero durante mi paso reciente por Portbou no me detuve a visitar la tumba de Benjamin aunque sí tuve un recuerdo para él y para todos los exiliados del mundo.
Si en Portbou alzamos la mirada contemplaremos básicamente montañas. De cara al norte la carretera serpenteante nos indica nuestro camino: ahí arriba, justo ahí arriba, está la frontera. Son quince metros en línea recta. Pero el desnivel es pronunciado. El camino serpenteante ofrece una inusitada vista. El mar a la derecha, Portbou al fondo. Y recto, arriba de todo, el Coll de Belitres, el lugar exacto donde esa cosa extraña que se llama frontera, esa cosa que ni se ve ni se huele ni se percibe, tiene su mudo y fantasmagórico discurrir. Una raya pintada en el suelo es todo el testimonio que permanece.

Pero exiten otros testimonios. Los de la guerra, los de la gran cantidad de españoles republicanos que huyeron a pie, subiendo la montaña, pasando por debajo de una cadena alzada por unos senegaleses. El camino de ascensión era durísimo. El ritmo de paso a Francia muy lento. La caravana, detenida desde antes de llegar a Portbou, ofrecía el panorama desolador del camino intransitable.

Actualmente en Coll de Belitres hay un memorial sobre aquellos días y aquellas gentes. En invierno hace mucho frío y por eso el escenario es más fantasmagórico todavía. Unos paneles con fotografías y comentarios consiguen ponerte los pelos de punta. Uno no sabe si es debido a lo que muestran las fotos o al frío que corta. O si el frío no es otra cosa que un acompañamiento silencioso de la puesta en escena.


En 1939, tras el paso de tantos desgraciados que acabaron durmiendo sobre la arena fría de los campos de refugiados, llegaron los soldados franquistas al Coll de Belitres. Se cerró la frontera. Por Portbou no pudieron escapar más republicanos españoles. Y los franquistas aprovecharon el tiempo de espera para levantar un monolito espantoso. Habían tomado la frontera y el monolito pasó a ser (sigue siendo) testimonio silencioso de aquel episodio. Acaso se trate del primer monolito erigido por el fascimo en la vieja Europa. Hoy luce dibujos alusivos al comunismo y al independentismo: qué menos. Es una tonta venganza de los días que no pueden vengarse de otra manera si no a golpe de graffiti.
Desde el Coll de Belitres por el lado francés, continuando la carretera y volviendo a bajar, encuentras el primer pueblo francés: Cerbère. Y un poco más allá Banyuls, Collioure y Argelès, el lugar donde se levantó el mayor campo de refugiados de exiliados españoles.
A cada lado de la frontera los esperables letreros de Francia y España se ven acompañados, en el caso francés, por un letrero donde reza Benvinguts a Catalunya Nord (puesto por las autoridades francesas de la zona, no por las españolas). La palabra Catalunya está tachada. Siguen molestando muchas cosas en este mundo nuestro, en nuestra España intransigente. Deben creer algunos que por borrar una palabra de un letrero las cosas dejan de ser como son.
Lo verdaderamente grave es que hay momentos en que pienso yo también que sí, que a fuerza de borrar palabras y conceptos las cosas dejan de ser como son. Los refugiados de cualquier país acaban siendo tachados y por tanto olvidados. Y los pueblos, a base de tachar sus nombres de los carteles acaban también por ser absorbidos y desaparecer. Por desgracia sí, por desgracia me temo que los intransigentes saben perfectamente lo que se hacen.

26 comentaris:

Unknown ha dit...

Quina emoció, doncs jo sóc de el Port i conec molt bé aquesta zona, des de petita que estic acostumada a passar-hi i la conec bé.

Unknown ha dit...

Muy buenas las fotos, que supongo que son fotos de fotos, no las conocía y ponen los pelos de punta. No me extraña tu emoción. Quisera ir a la tumba de Mahcado y sé que se va por ahí, por Portbou, de gente que ha ido. Son pueblos ideológicos, así como hay ciudades y pueblos meramente vacacionales, y aún dentro de estos hay diferentes tipos, hay pueblos que todos ellos son ideología. Reivindicando estos pueblos se reivindica la ideología que simbolizan.

Eastriver ha dit...

Sonia, sé que ets del Port de la Selva, poble qu per cert encara no coneixo. El coll de Belitres em va sobtar i impresionar, per la historia que té. Salutacions.

Rafel, sí, con fotos de fotos, de un expositor que hay ahí, unos paneles con imágenes y texto recordando los tristes sucesos. Me ha gustado, y mucho, lo de pueblos ideológicos. Es verdad, es verdad... pero ideológicos por la historia, por el pasado, no de boquilla como tantos. Un gran abrazo.

Ana Rodríguez Fischer ha dit...

Muy bonita (que se dice) la entrada, Ramón. Espléndida documentación. Magníficas ilustraciones.
En mi época hippy, me tiraba el verano en Colera, una especie de tierra de nadie (Llançá quedaba atrás y Port-bou aún no había llegado), aunque de obligado recuerdo para los resistentes del interior (de varias generaciones). Porque desde allí, un cura párroco los pasaba a Francia. A las gentes del MIl y demás...
A.

Laura ha dit...

No creo que tengan tanta fuerza.
Mira en época del franquismo estaba castigado el hablar la lengua materna, mal vista por decirlo mas suave, sin embargo nada ha podido , a dios gracias, acabar con tanta riqueza lingüística; intentarlo lo intentan, conseguirlo solo depende de nosotros. En las catacumbas se hace cultura del pueblo, no de los políticos.
Se lo debemos a todas esas personas que pasan por tus fotos.
En épocas difíciles hay que mantenerse firmes ¿te das cuenta que ya me voy componiendo?

Muchos besos.

Darío ha dit...

Me encantó el final del viaje, esa conclusión tan simple, pero tan cierta como dolorosa. La loca idea de que borrando palabras se borra la verdad. Un abrazo.

Unknown ha dit...

Estimado Ramón!

has hecho una película con tus sentidas palabras!

...es que a medida que las iba leyendo se me representaba todo el relato en imágenes-aparte de las que has puesto-vívidas e intensas.
"tanta sangre que se llevó el río", canta Fito Paez y cuan cierto es Ramón!

te dejo un abrazo Grande!

Adal

Mercedes Pinto ha dit...

Nos has traído uno de los lugares más emblemáticos de nuestro país, Coll Belitres; un camino donde la libertad y la muerte se dieron la mano no hace tanto teimpo. No puedo imaginarme lo duro que debe ser tener que dejarlo todo, arriesgando la propia vida, sólo porque quieres conservar lo único que nos hace humanos: tu pensamiento.
Un post interesante y necesario. Muchas gracias.

m.eugènia creus-piqué ha dit...

Interesante la historia del Coll y las fotos son impresionantes querido Ramón,petons

mariajesusparadela ha dit...

Da igual lo que digan los carteles; da igual que alguien borre los carteles: hay libros que solamente escriben los catalanes, por su cercanía a Francia; hay especialidades solamente vuestras, que si queremos consultar, hemos de recurrir a la puerta de entrada ¿o de salida?.
Hoy no hay fronteras. Cada día debería de haberlas menos. Hay que desaprender el pasado: mi casa es el campo y el campo es mi casa. Solamente así aprenderemos a querer y respetar a todo lo que no somos nosotros mismos ¿o nosotros mismos también somos todo?.
Tu me entiendes, lo sé, aunque yo no me explique.

Eastriver ha dit...

Ana, sí, sí, una vez cayeron las cadenas, las de las fronteras y la otras, hubieron almas esforzadas que continuaron ayudando. No sabía lo del Mil, pero era previsible. Un gran abrazo.

Laura, no te vas componiendo, más bien no te descompones nunca, jeje. Sí, se puede resistir en situaciones extremas, pero todo tiene un límite. Un gran abrazo.

Darío, quien decide borrar palabras quiere decir que está dispuesto a borrar más cosas. Y hay muchos, por desgracia...

Adal, citas al rosarino Páez, un luchador y un resistente. Tenemos excelente ejemplos, por eso estamos aquí y nos encontramos. Un abrazo.

Mercedes, la libertad y la muerte de la mano, gran frase. Muchas veces suele ser así, cuando la libertad es irrenunciable e irrenunciables también las ideas, o los ideales. Gracias.

Geni, las fotos son las del memorial en Coll de Belitres. Verlas ahí, en la altura, con el frío, el mar al fondo, entre dos tierras, impresiona todavía más. Gracias.

María Jesús, te explicas bien, entiendo lo que quieres decir. Sí, yo tampoco creo en las fronteras. Pero sí creo en los patrimonios y realidades culturales. Y además lo de no creer en las fronteras es mi aspiración y la de muchos. Pero no me vale lo de: yo paso de mis fronteras mientras el de enfrente sigue reivindicándolas con fuerza. El juego de las no fronteras es un juego al que debemos jugar todos: de lo contrario es una trampa para que se callen los mimos y acaben imponiendo su parecer los de siempre. Un gran abrazo, querida amiga.

Anònim ha dit...

Recordo que quan vaig passar-hi per primera vegada per el coll Belitres vaig sentir molta emocio tot i que en aquells anys no hi havia encara cap memorial. Despres les coses s'han anat arreglant mica en mica i la memòria ha anat tornat, encara que ha costat i costa. Però ja en aquells anys jo vaig sentir emoció perque havia llegit les cròniques del pas dels refugiats, després amb el temps ja hem pogut llegir més i veure documentals frepants. El record sempre costa però val la pena i es necessari.
Dolors

Anònim ha dit...

Un ramalazo de tristeza me ha invadido al leer tu entrada y, aún más, al contemplar esas fotos de un memorial de huidas e ignominias.
Nunca he pasado a Francia por aquí, sino por La Junquera, pero conozco (de lecturas y de oídas) los lugares que nos traes. Desgraciadamente, los conozco y los asocio a una memoria colectiva que nos hace daño.
Es una pena que lugares tan hermosos vayan asociados a recuerdos tan grises.

Por último, decirte que podrán tachar las palabras, podrán silenciarlas; pero el pensamiento siempre es libre.

Un gran abrazo, amigo Ramón.

Isabel Martínez

Anònim ha dit...

Muy interesante la entrada,Ramón,y reivindicativa de aquellos que tuvieron que exiliarse al final de la contienda civil.
Gracias por darlo a conocer

Saludos

Felipe

Eastriver ha dit...

Dolors, els documentals i els llibres han permès que molta gent no oblidi. A l'època en què tú fas referència havia de ser molt diferent i precisament per això més trist encara. Gràcies.

Isabel, por la Jonquera nunca he pasado. Las veces que había pasado a Francia había sido todas por Puigcerdà y las otras veces en avión. Portobou és la forma más mítica, la verdad. Y por otro lado es cierto que el pensamiento no se puede silenciar ni tachar, tampoco la sensibilidad, menos mal... aunque yo prefiero poder también hablar en voz alta, no sólo pensar. Un gran abrazo muy especial, querida amiga.

Felipe, en una época en que todo se tacha, incluso la memoria, me apetecía traerla aquí. No debemos regodearnos en lo negativo, ni darle vueltas innecesariamente... debemos asumirlo, eso sí. Y hay un montonazo de cosas no asumidas en este país. Era por eso... Gracias por tu presencia, un gran abrazo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI ha dit...

La memoria es tozuda Ramón. Sí señor, tozuda, locuaz, sincera, y sonrojante. Por eso todavía hoy la mitad del pais mira hacia otro lado cuando oye, ve o lee según qué recuerdos.

Por cierto, llevo tiempo intentando conseguir determinados libros de Walter Benjamin y no hay manera chico, ha desaparecido de las librerías...

¡Salud y República!

Ciberculturalia ha dit...

Me gusta muchísimo la Costa Brava, el alto Ampurdan. Bueno en general tengo una sentimiendo de simpatía enorme a Cataluña, así es que prometo ir expresamente a Coll de Belitres en cuanto me acerque por la zona.
Un beso y gracias por tanta e interesante información

H. Chinaski ha dit...

Un interesante repaso geografico-historico
Sigue habiendo demasiado intransigente suelto por ahi de color y condicion indefinidos, y definidos tambien.
Buena entrada
Gracias por tu visita, volvere con mas calma

Un abrazo
H. Chinaski

Anònim ha dit...

Deberías abrir un blog de diario de viajes, Ramón, hablo en serio.
O un libro, quizá. Me encantaría tener un libro guía de viaje que mezcle opinión.

Excelente.

Eastriver ha dit...

Mariano José, ahí sí te sigo... ahí estoy contigo. Las gentes debemos siempre expresar lo que sentimos. Es una lástima cuando lo que sentimos muchos sigue incomodando tanto a otros: ahí hay algo que no va bien. Pero nosotros no vamos a callarnos por eso, ¿no crees? Un abrazo.
Ah, sí... Benjamin no existe, es verdad. Sigue incomodando, lo siguen tachando.

Carmen, el coll de Belitres es un lugar mítico absolutamente desconocido para mí hasta hace cuatro días como quien dice. Y el Ampurdán y la Costa Brava tienen una magia muy especial, es verdad. Un abrazo, querida amiga.

Chinaski, debemos seguir combatiendo la intransigencia y queremos seguir hablando tranquilamente. Eso es lo principal. Un abrazo.

Emey, los libros de viajes me encantan, las guías, aunque son mucho más ligeras, también me encantan. Son otra forma de viajar: escuchar el viaje vivido por alguien. Y el viaje es siempre la vida. O sea que por eso me gusta la literatura: porque me gusta que me cuenten viajes. Un beso fuerte.

Caruano ha dit...

No sé si llego tarde...
Aún así quiero dejar constancia de la emoción que he sentido al leer el texto.
Sé que, afortunadamente, siempre habrá alguien que le preste su voz al afónico. Gracias.

Irene Martín ha dit...

Bellos lugares que se empañan con los recuerdos de una historia fraticida.

EastRiver, me gusta su sensibilidad, su sabiduría y su escritura.

Hada Isol ♥ ha dit...

Pues no hay que darles lugar,desde que empecé a viajar por Argentina me enteré de algo para mi muy grande y es que muchos pueblos de los que las letras dicen han desaparecido,existen,mantienen viva su cultura,su lengua,sus tradiciones,no mueren ,y eso me ha aprecido algo maravilloso,por muchos carteles que borren nadie puede puede borrar lo que sutedes transmitan como herencia a sus hijos.
Me ha impactado ver las imagenes del pasado,el grafitti que hay alli,y transitar en imagenes y en historia un lugar desconocido por mi lo que implica que aqui hoy amplié mi mundo un poco más.
Me resultó muy interesante tu post,te mando un fuerte abrazo!

Eastriver ha dit...

Caruano, no sólo no llegas tarde sino que llegas oportunísimo y a tiempo. Un gran abrazo.

Irene, en primer lugar tutéame, yo pienso hacerlo contigo. Y luego, gran sorrpesa recibirte aquí. Sigo tu novela, procuro ir poniéndome al día a capítulo diario pero no siempre es posible. Hoy leído el capítulo, o parte de capítulo, en que sigue la analepsis y van a ver a las primas. Muy notable. Gracias por pasarte y te iré contando.

Isol, hay que ayudar a esos pueblos que pese a todo perviven y existen. Su riqueza es la riqueza de todos. Lástima que no siempre se vea así. Resulta muy cómoda la uniformidad; todo lo que algunos sientan que la amenaza es motivo de persecución. Gracias por tu visita. Un abrazo.

Lembranza ha dit...

Lo primero que hice al leer tu post, es buscar en el mapa para ver donde estaba Coll de Belitres. No le conozco y quiero conocerlo, así que volveré para ir allí.Me emociono todo, no me imagino todo el sufrimiento de la gente que cruzo la frontera, que se iba sin nada y además sin sueños. Uff, muy fuerte. Un abrazo

Dilaida ha dit...

Son unas fotos preciosas. Los carteles, bueno de eso los gallegos sabemos un montón, aun hoy con una Ley de Normalización Lingüística desde 1983, cuando vas por las carreteras te das cuenta que todavía queda mucho para que sea aplicada.
No conozco esa parte que también describes donde comienza la Península Iberica, pero la imagino preciosa.
Bicos