dimarts, 5 de gener del 2010

A FAVOR (IV): ELS REIS (D'ORIENT)

Entre paréntesis mi precisión: me gustan los de Oriente, la mayoría sabéis que los otros, lo que no son magos, me parecen unos chupatintas. Pero, ¿cómo no amar a los tres reyes magos? ¿Cómo es posible que alguien prefiera al soso Papá Noel? Ellos, los tres, me enseñaron mucho. Y hoy aquí quiero contaros todo lo que me enseñaron los Reyes.

Cuando era niño me pasaba las vacaciones de Navidad esperando ansiosamente su llegada sin tener en cuenta que los Reyes significaban justo el final de las vacaciones. De esta cruel manera aprendí a los diez años lo que era una paradoja.

Tendría tres años cuando mis padres me llevaron a la primera cabalgata. Alguien me aupó a hombros pero no vi nada: carrozas, camiones, un rey diminuto en un trono lejano que saludaba y poco más. Fijé mis ojos de niño de tres años en un inmenso camión (o quizá era carroza) que seguía a las carrozas reales. Alguien, seguramente mi madre, vio que miraba atentamente el camión. "Ahí dentro van los regalos que van a repartir esta noche". Supongo que afirmé con la cabeza: lo tenía clarísimo, ahí dentro iban mis regalos. Siento ahora decirlo y ser tan sincero pero descubrí entonces que me interesaban más los regalos que los Reyes. Supongo que este es otro aprendizaje: el del inevitable y fatal egoísmo humano del cual debemos protegernos.
En aquellos lejanos años de infancia íbamos a entregar la carta a los Reyes que ponían su stand en los almacenes Sears, cercanos a mi casa. Allí, previo e ignorado pago para una almas cándidas, nos hacían la consabida foto. Bajábamos también a los almacenes Sepu, en las Ramblas, donde el cartero real saludaba a los niños entusiasmados desde el balcón real que todavía puede verse (aunque ahora el Sepu es un restaurante). Recuerdo mi emoción extrema y los saludos del paje que era siempre negro (y por eso, como no sabíamos el significado de la palabra racismo, nos caía mejor a todos). Este sería otro aprendizaje: que la diferencia es, en realidad, divertida y motivante.

Recuerdo intensamente las noches de reyes, el cava y el turrón para que tomaran algo cuando llegasen, el pan seco para los pobres camellos, la zapatilla al lado de la ventana, la dificultad para conciliar el sueño y el nerviosismo extremo. Y los regalos al día siguiente, amontonados esperando a ser abiertos. Como una postal los regalos envueltos como en una película de Walt Disney. ¿Tendría todo esto algo que ver con la educación sentimental? ¿Con la edificación del paraíso perdido de la infancia?

Cuando crecí y supe el final de la película la cosa perdió mucho encanto. En una ocasión deseé unos cochecitos que estallaban al vuelo (ahora decimos, pero en nuestra época había también unos juguetes bien cafres) pero decidí que esperar al día 6 era una ridiculez tremendamente infantil. Conseguí, con artes y dificultades, que mis padres me dieran el regalo tres días antes. Comencé a jugar y destrocé el primer coche a los diez minutos. Me había cargado el juguete antes de tiempo. Llegarían los reyes y no tendría absolutamente nada. Tendría un juguete viejo y roto. Aprendí entonces que en la vida es siempre maravilloso saber esperar el momento justo de la magia, y saber reconocerlo.
Y cuando ya fui adolescente comencé a odiar las navidades porque quedaba bien. Las navidades eran cursis, ridículas y burguesas; por tanto no interesaban. Pero cierto año, caminando por el centro de mi ciudad (recuerdo que iba a ver a mis amigos Rosa y Josep que vivían en la calle Tallers) me encontré con la molesta cabalgata de Reyes. Recordé mi primera cabalgata, la sorpresa de los tres años, la maravilla de la mirada, del misterio y del conocimiento mítico, y recuerdo que me dije que era una lástima que se terminaran ya las navidades, que de tanto odiarlas por imperativo de la edad no me había dado cuenta de que en realidad las navidades me gustaban. Tuvieron que ser los Reyes con su cabalgata quienes me lo enseñaran hace ya muchos años.

Todas estas cosas me enseñaron. El valor de la sorpresa, de la familia, de la amistad, de la generosidad. Que es más enriquecedor dar regalos que recibirlos. Que durante las navidades la vida se parece más a una comedia de los años cincuenta.

Pero para paradojas ésta: acabar reconociendo, justamente yo, lo mucho que me enseñaron los Reyes. De todas formas tampoco es cuestión de venderse por una ilusión tan pasajera. Como dice mi nuevo amigo Rafa: Salud, República y Reyes Magos.

19 comentaris:

Unknown ha dit...

A mi también me gustan los reyes magos, y también me gusta que se acaben las fiestas. Igual por eso me gustan.

Unknown ha dit...

Avui has estat sembrat. La vida ens ensenya constantment, qui ho tenia de dir tot el que t'ensenyaria l'estirp real justament a tu o a mi. Com son magics els ho perdono, perque jo tambe penso que a mi m'han ensenyat moltes coses. Petons i que no et portin carbó.

Unknown ha dit...

No m'extranya que em diguessis que no et recordaves de mi pues la ultima vegada que et vaig escriure va ser a una entrada que ara acabo de mirar en el teu blog, que m'ha costat per cert molt de trobar-la. Era una entrada en que parlaves de la teva afició a robar tasses i es deia les tasses de l'estiu i era del 26 d'agost de 2008, es a dir, fa casi un any i mig. Si ho mires alla em trobaras. El que passa es que feia mes d'un any que havia perdut la pista del teu blog i l'altre dia fent neteja dels favoritos em va sortir.
Aprofito per dir que hellegit la entrada sobre els reis, jo tambe soc republica. Hauriem de fer unes votacions, no? Potser sortiria com a l'any 31... De totes maneres com a casa meva sempre feiem els reis tambe els prefereixo per sobre del papa noel. Ja escriuré més.

Isabel Martínez Barquero ha dit...

Gracias por traernos estos retazos de tu memoria sentimental. Son tiernos y entrañables.

A mí también me gustan los Magos del Oriente. Papa Noel es una horterada importada de los americanos y con claros tintes consumistas.

Delicioso el desarrollo de la entrada, la urgencia por los regalos cuando uno es bien chiquito, la decepción por ser el último día de las vacaciones.

Un abrazo muy fuerte, amigo Ramón, y que se porten muy bien contigo los Reyes Magos, que te lo mereces.

m.eugènia creus-piqué ha dit...

Bonita historia de tu niñez, todos nos hemos emocionado con los reyes Magos, no con los otros, en casa siempre hicimos el soso Papa noel,jajajaja y yo lo continué con mis hijos y ellos con los suyos, mi ascendencia británica debe tener algo que ver en ello y tambien que los niños tienen más tiempo para jugar.Que felices años aquellos Ramón, sín problemas, llenos de ilusión...el ir a contemplar la cabalgata, buf, que recuerdos más bonitos !Un petó .

Anònim ha dit...

No hay color entre el gordo de rojo y los tres de oriente. Soy bastante anti-Navidad por motivos que no vienen a cuento, pero cuando observo como las costumbres extranjeras se nos van imponiendo y ganando terreno, me apena bastante,

En fin, salud y reyes magos(república no, gracias)

mariajesusparadela ha dit...

Algún día hablaremos de los magos.
Por ahora, aun no.

felicitaslaura ha dit...

Ramón querido, tengo 57 años y no te puedes imaginar la magia que envuelve al día que vivi ayer.
La mirada de los tres pequeños chispeante, en silencio, abiertos sus grandes ojos mirándolo todo.
Cuando llegamos a casa, el atropello para contar los detalles a sus padres, ¡emocionante!

Para los que no lean mi blog, decir que ayer fue el día del Bando, mas familiarmente conocido como La Burrita. Es el día en el que los niños y los grandes dejan su carta en unas alforjas que llevan las burritas de los pajes reales.
Nos cayó agua misericordia, una pena, pero pudimos meter las cartas.

Hoy llegan los Reyes, y tú estas dentro de la carta.

Deja que los dones de los Magos entren en tu vida

Unknown ha dit...

Compateixo, penso que com la gran majoria de pe`rsones del país, idèntica visió i experiència del reis. Gran festa pels nens i un gran record que queda per sempre.

Unknown ha dit...

Es obligación moral reivindicar nuestras hermosas tradiciones frente a las costumbres foráneas, en eso estoy contigo. Luego, la banderita final ya no me gusta tanto, la verdad.

Darío ha dit...

Es impresionante esto: la pérdida del encanto de las cosas, de los mitos cuando nos volvemos grandes.
Acá me acordé de Big Fish de Burton y esa negación a renunciar a la fantasía o al misterio. Vivir de manera que a los otros les parece que estás soñando o estás loco. Hacer de las cosas, de cada cosa, algo mágico. Vivan los reyes, mágicos. Un abrazo

Thornton ha dit...

Tener recuerdos de los tres años es una maravilla. El texto me ha hecho cerrar los ojos y recordar mis reyes magos, con mis diez hermanos. "Es tiempo de nostalgia. ¿Recuerdas?". lo mejor, las lecciones que has ido aprendiendo. Viva los Reyes Magos y ¡Viva la República!
P.D. Verás que he seguido tus consejos. Gracias.

Anònim ha dit...

Nunca perdonaré a mis padres por privarme de la ilusión de los Reues Magos.
¡Claro que son infinitamente más intrigantes y encantadores que el Papá Noel y si jo jo jooooooo!

Te dejen en los zapatos especias deliciosas y perfumadas, intuyo que te encantan, como los mercados.

@SusVersiva ha dit...

Qué entrada tan bonita, Ramon, qué de recuerdos me ha traído!! Una maravilla también cómo te refieres a la diferencia. Qué niños más sanos éramos...

A mí, de pequeña, me venían los reyes magos, sí, pero el 24 por la noche me adelantaba algún regalito el niño Jesús (jiji), nada de papá noeles color coca-cola.

Este año en casa ha sido curiosísimo, Ramon. Como sabes, hace ya mucho que la Reina sabe qué se cuece con el tema reyes y demás. Pero, sorprendentemente, y a diferencia de otros años, ha querido seguir a pies juntillas todas las tradiciones de cuando era chiquita: que si el agua para los camellos, que si los platitos con turrón, que si los zapatitos; también, en nochebuena, se empeñó en que cantáramos los villancicos que yo le hacía cantar a mi tía antes de su muerte, hará ya unos cuatro o cinco años. Así que por su parte ha sido un día de reyes completo, como los de sus primeros años. Y yo encantada, claro! porque esas cosas tienen algo mágico por más que se sepa que... (ummm: el paje de Baltasar a veces va pintado de negro.)

Un abrazo.

Ana Rodríguez Fischer ha dit...

¡Y tanto!
De Alemania siempre nos volvíamos el día 4 de enero para el 5 estar en plena forma y...
Aparte de comprarles algun detalle no menor slod niñod, y preparar la escena doméstica: agua y hierba para los camellos, vino o whisky más otras vituallas para sus majestades (lo alcohólico procede de mi infancia: aguardiente), y... ¡Qué delicia!
Podría reproducir las sucesivas fotos.
Será otra entrada.
¿Y el carbón?
Yo jamás se lo puse a mis hijos, inocentes.

ines sabanes ha dit...

Yo descubrí por impaciente que en realidad los Magos de Oriente eran mis tios y mi madre . No sufrí con ello , perdí algo de magia y exotismo pero gané en seguridad y afecto al saber que siempre estaban para mantener un poco de ilusión y felicidad.
Me conformaría con que cada día 6 por la mañana todos los niños y niñas del mundo tuvieran esa sensación.

Arturo Borra ha dit...

Yo aprendí tarde a no odiar las navidades. O quizás no llegué al odio, sino a la indiferencia. Y a las fiestas, incluyendo a esos reyes que, en última instancia, también prefiero a la otra figura. Todas esas mitologías me resultan algo perniciosas, pero uno termina no poniéndose especialmente anti-pático.
Y aunque rescato el cambio de año, soy consciente que tampoco es necesario pegar las promesas al calendario.
En cualquier caso, me reí bastante con la entrada, así que va un saludo para los reyes magos...

Arturo

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI ha dit...

Sus camaradas los mágicos ciudadanos de oriente se dirigen a los españoles en el día del 6 de enero de 1940 desde el balcón de la plaza de Oriente con estas palabras: 'El oro y la hierba os hará libres.'

Perdona Ramon, pero como este año no me han traido nada, pues ando un poco ácido.

Yo tengo recuerdos en gris, cuando papá nos llevaba a mi y a mis hermanos (en los principios de mi tercera vida, se entiende) a visitar a sus majestades a la fábrica en donde trabajó durante casi 30 años (Aismalibar). El amo de la fábrica (un suizo llamado Walter Ankli, que hizo fortuna gracias al estraperlo ) compraba juguetes para todos los hijos e hijas de los obreros hasta los 12 años. Él mismo era uno de los 3 reyes. Pasábamos en fila con el corazón en el cuello, y cada niño se paraba a hablar con su rey preferido. El mío era Melchor (creo. Si es el de pelo castaño era Melchor, si no, era el otro.) Después, un empleado nos daba el juguete, que no estaba nada mal, nos encasquetaban un sombrero de papel en forma de cucurucho y nos daben un cacaolat, que entonces beber cacaolat era lo más.
A mi, de todos modos, lo que más gustaba era darle la carta al paje-cartero en el Ayuntamiento un par de días antes: me caía simpática esa figura. Pensaré porqué...
¡Joder, qué recuerdos!

Salud, Ramon

Anònim ha dit...

Me tomo un recreo de vacaciones, Ramón querido. Te saludo a tí y a tus comentaristas y la seguimos pronto.

Besos!!!!