Crecemos. Y llegamos al horroroso territorio de la adolescencia. Quiero hablar de la mía por culpa de un sueño reciente. Mi subconsciente, tramposo e incordiante como todos, hizo que yo olvidara un episodio de mis quince años. Y la otra noche un sueño justiciero (el maldito subconsciente otra vez) me lo trajo de nuevo. Me desperté con las prisas habituales en un día de trabajo pero sobre todo con la sorpresa de haber recuperado un recuerdo. Con el pasmo de quienes han sido iluminados. Una experiencia extraña y no sé si del todo grata.
Cuando dejé las monjas continué de alguna manera vinculado a la entrañable Sor Coro, esa monja que no era un as de la pedagogía moderna pero que tanto afecto me demostró (alguna torta recibí también, justo es decirlo). Cuando hice mi primera comunión ella me mandó un rosario bendecido no sé por quién. Naturalmente no lo lucí más que en el momento en que nos acercamos a verla, porque ella quiso recibirme aquel día. Entonces, antes de entrar en el convento, mi madre sacó la cajita del rosario de su bolso y me lo puso entre las manos. A partir de aquel día, ocasionalmente, íbamos a verla. Y poco a poco se fue perdiendo la relación familiar, aunque a veces mi madre la llamaba para saber cómo seguía.
Tenía quince años y era mi primer curso en el instituto. Cierto día, a la salida, encendí mi Fortuna (todavía me mareaban aquellas caladas) y comencé a caminar con mis amigos y amigas de entonces. Uno llevaba cresta. La otra un jersey raído e iba abrazada a su novio. El tercero caminaba mientras liaba ostentosamente un porro. Recuerdo que reíamos y que la vida era más maravillosa de lo que nunca volvió a ser. Mientras esperábamos para cruzar en un semáforo (calle Muntaner, creo que con Calaf), mientras yo apuraba gozoso mi Fortuna, me veo en la esquina de enfrente a Sor Coro, preparada para cruzar en dirección a nosotros. Inoportuno momento, qué duda cabe. Después de tantos años una presencia querida y afectuosa se presentaba justo cuando el momento era más inoportuno. Porque la monja me miraba sonriendo, como una madre. Me quedé hipnotizado viéndola. En cuanto el semáforo se pusiera verde íbamos todos a ponernos a andar e íbamos a cruzarnos. ¿Qué hacer? ¿Detenerme? ¿Saludarla? ¿Recibir el fuerte abrazo que sin duda me iba a dar aquella monja encapotada y anciana? ¿Recibir ese abrazo inesperado delante del que liaba el porro, delante del de la cresta, delante de la que iba besándose exageradamente con su novio? No había tiempo a pensar demasiado. Tampoco a desaparecer, a desmaterializarme, a trasladarme a algún confortable universo paralelo.
El semáforo se puso verde. La monja no dejó de mirarme ni yo a ella. Imposible fingir no haberla visto. Pasó por mi lado y no tuve agallas de hacer lo que deseaba. La negué (como San Pedro, ahora que lo pienso). Mi mirada fue casi de auxilio. ¿Cómo quiere que la salude, vieja y entrañable Sor Coro, con esta fauna que me acompaña? ¿No entiende usted que si la saludo mañana me convertiría en la comidilla del insti? Y su mirada, fija también, parecía decirme sólo que había crecido mucho. Lo cual no es bueno por sí mismo.
Continuamos caminando y riendo. Riendo ellos. Yo estaba todavía pensando en el encuentro. Tras unos pasos me di la vuelta y observé a la monja subiendo por Muntaner con lentitud. No volví a verla jamás: murió al cabo de dos o tres años. Su mirada, no obstante, continuó fija en mí durante muchos días, durante meses, probablemente tenga que asomarme solamente a la memoria para sentir que sigue ahí. Una mirada que percibo condescendiente, como lo es la mirada de la mayoría de los viejos.
Este es el recuerdo olvidado que me trajo el sueño.
FALSO AMOR TIRANO O CORAZÓN DE PIEDRA
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Todo es mentira, simulación y falacia,
el engaño gana por goleada,
ficción y farsa rodeado de artificio,
calumnia y patraña de persona disfrazada.
Tre...
Fa 16 hores
37 comentaris:
Este es el mejor Ramón, el narrador de prosa elegante, el que rescata recuerdos y los convierte en literatura.
Pero qué emocionante me ha parecido este relato de la anécdota de Sor Coro. En él has plasmado toda la pretendida independencia adolescente, toda la fragilidad de esa edad perdida entre la niñez y el ser adulto.
Ramón, me ha encantado de veras. Creo que cuando te pones, eres un auténtico figura. No es fácil transmitir sensaciones tan ambiguas como las de la adoslencia y lo has hecho con gran maestría. Me quito el sombreo y te aplaudo con ganas.
Por favor, más. Este registro me subyuga.
Dile algo amoroso a esa viejita, a través del sueño.
Te lo debes a ti mismo y descansa.
¿Donde se quedó el gallo Kiriko?
Besos
Un relato-vivencia, supongo, muy bonito. Imagino cómo lo recordarás ahora, después de tiempo, y cómo te habrás arrepentido. Si ahora te la cruzaras de nuevo... seguro que le darías ese saludo afectuoso que le negaste por verguenza.
Disfruté mucho el texto, muy bien escrito y ameno.
Un abrazo.
Lo que no sabrás nunca, por eso yo te lo digo, es el ataque de risa interior que le dió a sor Coro...si vas a su tumba y ves su calavera, sabrás que aún le dura la risa...
Que recuerdo mas emotivo Ramón.
Me has hecho pensar.
Un abrazo
¡Buf! es que yo creo que también hubiera hecho lo mismo en tu lugar, porque con esos amigos tan "modernos" y "extraños" que llevabas, uno con una cresta, el otro liándose un porro jaja, yo tampoco la hubiera saludado, pero mira luego, el inconsciente como juega malas pasadas.
De todas formas ¡qué tiempos! ¿verdad? es una edad tan dificil la adolescencia, que todos queremos cambiar y ser diferentes a los demás, para ser más liberales y querer ser más independientes.
Gracias por narrarnos tus vivencias, me encanta leerte, Ramón.
Un beso.
Es que el subconsciente nos juega esas malas pasadas, después de los años reaviva episodios que nosotros arrinconamos en un rinconcito de la mente, porque no estamos muy orgullosos de haberlos vivido.
¿Quién no obraría como tú, en las mismas circunstancias?.
Bicos
Uf!!
qué lindo y qué triste. Qué bien escrito.
Me han sucedido cosas así y lo peor es que no las he olvidado. No me las trae un sueño, están ahí para torturarme contínuamente.
Cosas que uno hubiera hecho o no, según la circunstancia.
Un beso
Quina història mes commovedora. No se si es veritat o literatura pero si fos veritat, com ho entenc. Tots de joves hem fet coses que segueixen en la nostra ment. Un relat molt maco.
Construyes con una figura a priori horrorosa, la de la monja, una figura entrañable. Veo a la monja subir por la calle Muntaner y me resulta muy tierna.
Isabel, gracias por tus palabras y por tus aplausos, sin duda exagerados. El recuerdo es cierto, algo literaturizado pero cierto. Y también es cierto que recuerdo esa mirada de la monja con absoluta nitidez. Un gran abrazo.
Sí, Laura, tienes razón en eso. Es a través del sueño que nos comunicamos con las presencias queridas que se fueron. Un beso.
Mercedes, gracias por tus palabras. Efectivamente se trata de un relato-vicencia, podría llamarse así. O una forma de sacarnos de encima los arrepentimientos íntimos.
María Jesús, igual es cierto eso que dices, que la monja se rió muchísimo por dentro. Podría ser. Sería bonito que hubiera sido así. Un beso enorme.
Madison, gracias por esas palabras.
María, eres muy generosa y muy encantadora. Es cierto, qué pesada la adolescencia, y qué manía entonces por tener amigos modernos y extraños. Si al final lo que más valorabas en ellos era su normalidad, aquello que te llevaba a identificarte. Un abrazo.
Dilaida, lo del subconsciente es tremendo. Es cierto, de repente en un duermevela recuperas un recuerdo. Es raro, es una sensación muy extraña. El recuerdo estuvo siempre ahí pero tú lo habías perdido temporalmente. Habías olvidado el armario en el cual lo encerraste. Y de repente el armario se abre con estrépito y comienzan a aparecer viejos fantasmas queridos. Es extraño.
Nina, gracias. Una de las cosas que yo aprendí es que no sirve de nada ser demasiado severos en el momento de juzgarnos. He aprendido a tener manga ancha. Estamos aquí para aprender. Y siempre que las malas intenciones no sean completas pienso que es normal el tanteo y el equivocarse. Un gran abrazo.
Sonia, gracies per les teves paraules. És impresionant com ho guardem tot a la memòria i com les coses tornen. Una abraçada.
Rafel, gracias por asomarte, después de tanto tiempo. Gracias por tus palabras, sobre todo por lo referente a la ternura. Sí, hay cosas que seguramente son errores nuestros pero con el tiempo nos parecen aspectos muy tiernos de nuestro proceso de aprendizaje. Un gran abrazo.
Ni te figuras cómo me ha gustado esta pequeña historia.
Preciosa narración de tu sueño. Y estoy con lo que te dice María Jesús, la comprensión de Sor Coro la tienes asegurada y en el dudoso supuesto de que haya algo en el más allá, seguro que te la encontrarás sonriente y recordando esa anécdota de tu adolescencia.
Un beso
Seguro que ese sueño -tan bien y elegantemente contado- es producto de un cierto complejo de culpa por no haber sido valiente en aquel momento, por no haberle demostrado a aquella mujer todo el cariño que hacia ella sentías. Son cosas de esa edad en la que uno se avergüenza hasta de sus padres y en la que se adoptan poses absolutamente falsas para no desentonar con el entorno de amigos.
Hola Ramon. Estoy seguro que yo hubiese hecho lo mismo que tu.
En mis tiempos de adolescencia no existía ni la cresta ni los besos en la calle a las horas que pasan las "Sor Coro". Pero también teníamos encuentros casuales, y tomar una decisión tan instantanea seguro que causaba mas risa a quien te "descubría" que a ti mismo.
Una abraçada.
Me ha encantado el relato.
...que años..¿verdad?, todo era mágico.
un abrazo.
Això us passava als nens de ciutat. Al camp les coses eren diferent perque et trobaves els capellans i les monjes a diari pel carrer.
Ramón, es una reacción muy normal en un chico de aquella edad, supongo que a la monja no le debió sentra muy bien, aunque si lo pensó friamente seguro que lo comprendió.Un abrazo.
José Antonio, tras tanto tiempo bienvenido de nuevo. Se te extrañaba mucho...
Carmen, tras Buthan y tras la semana de... qué bueno y qué honor tenerte de nuevo aquí! Un gran abrazo.
Arobos, sí, siempre los sentimientos de culpa nos persiguen y vuelven. Yo llego a la conclusión de que siempre nos arrepentimos de las veces en que somos menos nosotros mismos, de las veces en que actuamos llevados por el que pensarán los demás. Un abrazo, compañero.
Josep, los seres humanos somos siempre tan parecidos los unos a los otros... Desde luego mucho más de lo que nos parece a priori. Un abrazo muy fuerte.
Tula, cuando uno es joven todo es mágico, es verdad.
Jaume, quina sorpresa més gran i més satisfactòria. Després de tant de temps és una alegria grandíssima rebre't un altre cop. La teva visió rural m'encanta. Tots els que em porteu una visió rural enriquiu el bloc molt doncs de visió urbana ja en tinc jo, en canvi, la rural és fresca, lligada a la terra, i per tant radical i verdadera. Una gran abraçada.
Un post precioso. Te jure que pude sentir tu dolor o tu impotencia, quien sabe. Quien sabe porque después nos preguntamos porque no hicimos lo que no hicimos, y es verdad, nos quedamos largo rato con esas obsesiones en la cabeza, o el corazón. Un abrazo.
Esa sensación creo que nos ha pasado a todos, siempre ha habido una mira que hemos intendado disimular pero en el fondo sabemos que nos han visto, pero tu historia de alguna forma te "persigue" pero no deja de ser tu sueño, me aplicaré el mensaje. un saludo.
Pues mira Ramón que me has hecho recordar una situación muy parecida que viví en el instituto con el profesor de griego, el profesor al que más he admirado en mi vida. ¡Cuántas veces he pensado si me lo volviera a encontrar y le pudiera expresar mi admiración!
La parte positiva es que una experiencia como esa nos enseña que debemos aprovechar las oportunidades al momento, porque igual no se vuelven a presentar; como hace un par de años cuando me crucé con el profesor Alberto Blecua, no dude ni un momento en saludarlo y expresarle lo que había disfrutado con sus clases. Se emocionó y fue muy cálido y amable conmigo.
Un saludo para ti.
Ramon, acabo de cerrar la última página de 'El Lamento de Portnoy', Y tu dirás, ¿ A qué me viene este ahora con Philip Roth?
Pues viene a cuento de que, uno de los temas de los que habla la novela es la habilidad de ciertos sistemas sociales, educativos, ciertos tipos de madres, padres, monjas, curas y demás, para inculcar por siempre, por siempre, hasta la muerte, un sentido casi patológico de la culpabilidad y del miedo por todo lo que hacemos. Es la manera más efectiva de hacernos esclavos de la norma, de que no pensemos más allá del dictado, de, en definitiva, no seamos libres
Tu Sor Coro es Mrs. Portnoy
MªJesú lo ha dicho mucho mejor que yo.
Por cierto, estoy de acuerdo con Isabel, cuando te pones, te pones
¡Salud Ramon!
Gracias Darío. Bueno, yo creo que de lo que se trata es de ser más condescendientes con nosotros mismos: observarnos, juzgarnos pero tampoco pasarnos. Ni un extremo ni el otro. Un abrazo.
Mame, en lo que yo cuento fue imposible disimular... estaba tan claro que nos habíamos visto. Fue peor que eso: fue negar. Pero bueno, a los quince años uno comete errores. A los 40 sigue cometiéndolos, claro. Lo importante es aplicarse. Un abrazo.
Is@Hz, ¿tuviste a Belcua? ¿A cuál de ellos? ¿Al padre, ya fallecido? ¿A alguno de los hijos? Sí es cierto que es importante mostrar respeto por los viejos profesores que ayudaron a hacernos como somos. Un gran abrazo.
Mariano José, puede que tengas parte de razón, o puede que mucha. Pero yo siempre pienso que no está de más mirarnos a nosotros mismos y ver dónde nos equivocamos. Sin masacrarnos, está claro que no hace falta. Es importante ser condescendiente pero serio. Solamente desde una posición humilde es posible conquistar momentos mejores. En cualquier caso, gracias siempre por tus aportaciones, tan lúcidas. Un abrazo.
Amigo Ramón, todos tenemos experiencias del pasado que nos marcaron y de cuando en cuando surgen recordándonos los hechos vergonzosos y humillantes que se dieron.
Tu brillante relato me ha recordado a parte de mis experiencias, que siguen machacando mi subconsciente. Creo que plasmarlas en el blog puede ser una beuna terapia liberalizadora.
De todas formas, amigo, la monja debió entender esa comunicación no verbal que se desprendió de tu mirada y de tu cara de sorpresa. Tal vez por eso no te dijo nada. Ella sabía por donde ha de andar un joven de esa edad y la negación del pasado, muchas veces, implica el crecimiento del presente.
Un abrazo
La sabiduría de los mayores supera con mucho las tontadas adolescentes. Seguro que ella se dio cuenta de todo y no le otorgó mayor importancia.
Un abrazo.
Ramón, yo estoy de acuerdo con algunos comentarios vertidos aquí: tu maestra seguro que lo entendió perfectamente; ella conocía la naturaleza de tu "rechazo". Yo creo que si algo tenemos que presuponer de nuestros mayores es la capacidad de entender e intuir lo que nosotros todavía no entendemos ni intuimos
Qué bien contado.
Un abrazo.
Ramon...San Pedro negó a Jesus por miedo a los judios y al cruzarse con la mirada de El, lloro amargamente de arrepentimiento...
Describes esa situación dificil, que te puso en una encrucijada, entre los acompañantes que iban contigo y Sor Coro...pero es que eras adolescente...y ahí está el "quid"de tu cuestión, la propia adolescencia te limitaba en tu reacción...
pudo más no ser el "hazme-reir del instituto", lo que te hizo negarle el saludo, pero estoy convencida, que no hubieras podido hacer otra cosa....
y esa mirada condescendiente de ella, pudo haber sido el aprendizaje de ese momento a partir del cual, las miradas de los viejos te dan la misma sensación de condescendencia...y eso me parece muy tierno.
Mientras no sufras el sueño, ni en el cosnciente ni en el subconsciente,no creo que te tenga que importar que te venga a la memoria...será que está superado...si no es así...tendras que "trabajarlo"un poco más.
Un saludo.
Aunque un poco tarde, aún estoy a tiempo de comentarte, que me ha encantado el relato entrañable de tu adolescencia.
Estoy segura que ella, supo leer en tu mirada, todo lo que sentías por dentro poniendose en tu lugar.
Un abrazo y gracias por compartirlo
Que emocionante Ramón. Mientras iba leyendo pensaba, tendrá valor??. Es duro pasar esa época en la que todos queremos caer bien a nuestros nuevos amigos. Por otro lado creo que ella sabia lo que estabas sintiendo y por eso no te dijo nada. Un abrazo
Es muy probable que sor Coro, ya entrada en años, hubiera alcanzado la sabiduría que da la edad.
La que casi todos vamos logrando con más menos esfuerzos, con nuestra maleta llena de recuerdos.
saludos
Esto de "Sor Coro" tiene un punto almodovariano que invita a la irreverencia.
Imagino que todos nos hemos visto alguna vez en situaciones parecidas, incluso siendo los coleguitas punkies los que nos miraban desde el otro lado de la acera. En cualquier caso no hay que sentirse culpables. Vete tú a saber si lo que observaba con anhelo la hermana era el aromático porrito más que el rostro de un antiguo alumno probablemente olvidado (discúlpame, pero no he podido desatender la invitación a la que me refería al principio).
Gracias por querer compartir con nosotros esa vivencia tan personal y explicárnosla así de bien.
Un abrazo.
Inconscientemente seguiste recordando su mirada durante unos días...
Pero no es cierto te ha quedado grabado para siempre y aún más la sensación de culpabilidad por no haber dado la vuelta y ir a su encuentro y esto ya no estaría grabado en tu mente asaltándola de cuando en cuando...
¿Y yo me pregunto que magia tienen ellas y ellos que hay un respeto cuando se esta en su presencia?
El contraste ya era muy diferente, en el instituto los personajes ya se comportaban de distintas formas, ni mejores ni peores eso sólo se sabe en el pasar del tiempo...
Pero lo importante ahora es que he pasado un grato momento visitándote, comentando y recordando...
Un abrazo
Marí
Wowwww… Qué maravilloso recuerdo en este relato. Fantástico!!!! Se vuelve una mirada inolvidable.
Un placer leerte. Saludos.
La adolescencia está llena de vergüenzas como la que has relatado, de momentos en que preferiríamos que nos tragara la tierra o, como hiciste tú, fingimos. Has relatado de manera muy vivaz y entrañable ese encuentro doloroso, no tanto por la negación como por la conciencia de haber negado a una persona buena. Pero también eso nos hace crecer... Un abrazo.
Me pasa a menudo que un sueño me traiga un recuerdo aparentemente enterrado. Pero hablando del tuyo, creo que esas dudas juveniles nos resultan imperdonables cuando las miramos desde la adultez. Hoy, te acompañase quien te acompañase, estoy segura de que la saludarías sin vacilar.
Es que crecemos.
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